¡NO SOMOS GADGETS!

¿En qué momento la sabiduría de la mayoría cede su lugar a lo salvaje de las masas?

En 1990 Jaron Lanier era uno de los pioneros de la PC que anunciaba las maravillas que serían alcanzadas cuando la Internet pudiera hacer que los músicos, los artistas, los científicos y los ingenieros de todo el mundo se comunicaran instantáneamente para compartir su trabajo. Hoy en día Lanier lo está pensando de nuevo.

Lanier es un músico y un científico en punta de la computación; por ejemplo, él fue quien popularizó el término "Realidad Virtual". Sin embargo, él se pregunta ahora si la estructura y la ideología de la red están criando una dinámica de grupos incontrolable y una serie de colaboraciones mediocres.

Me explico: es indudable la maravilla que es escribir un mensaje (un e-Mail o un SMS) y que sea recibido por el destinatario en unos pocos segundos en cualquier parte del mundo, pero pregunto: ¿cuántos mensajes recibes que hayan sido escritos por alguien que te quiera relatar algo concreto y personal de vuestra mutua relación, y cuántos son rebotes de chistes anónimos, presentaciones cursis, cadenas para ayudar a niños desahuciados, y conspiraciones del gobierno de Transylvania?

Facebook acaba de anunciar que ha llegado a tener 500 millones de suscriptores que se dicen entre sí muchas cosas cada diez minutos: que si fulanita me miró, que si llueve en mi barrio; que si la mosca voló en reversa y que si ando en Londres y huele a queso; todo eso es maravillososo, la comunicación social y el mole de olla, pero, ¿no se estarán desperdiciando recursos y, de paso, forrando de billetes los bolsillos de los proveedores, enterando a la Tía Proctolina de que mi Bro se ligó a una fulana en el puerto de Kiel y amaneció en Gibraltar en paños menores ajenos?

Estamos ante un caso de pensamiento colectivo, como en los panales, donde todo mundo piensa y actúa en lo mismo; es como un caso de Maoísmo digital, donde se glorifica el colectivo, lo gratuito de la red, y donde se sacrifica el mensaje personal y la responsabilidad individual.

En la red uno se maneja de manera anónima; se puede responder un blog, una encuesta, participar en un chat, en un foro o denostar a un autor desde la penumbra del anonimato, pero esto no ha aumentado la calidad de las participaciones al eliminar la censura o el miedo a las represalias; sólo ha aumentado los insultos de quien critica e insulta sin temor a tener que dar la cara.

Claro que hay ejemplos de excelente colaboración positiva y generosa, como la Wikipedia, pero también los mantras de "fuente abierta" y "la información es libre" han producido males como los virus, en sus diferentes variedades, los hackers de diverso pelaje y la piratería de cualquier bandera.

Con esta idea de la apertura, se supone que los autores, periodistas, artistas y Mais deben trabajar gratis, a cambio sólo de la publicidad, tambien gratuita, que reciben cuando la colmena los escucha. Es decir: según Google, la cultura es sólo publicidad.

Esto es lo mismo que vivir en la edad media: somos un montón de campesinos digitales, esclavos de los señores de la nube, adictos al entretenimiento gratuito e infinito. Y lo peor es que no hay salida; estamos ante un caso clásico de Encierro Voluntario, como el teclado QWERTY, el formato de video Betamax y el sistema operativo Windows.

En el fondo sabemos que hay vida después de Windows, que hay productos alternos para muchas otras cosas, pero parece que nadie quiere cambiar porque piensa que no puede. En efecto, sentimos que estamos encerrados voluntariamente en nuestras propias decisiones; mas no es así, los punteros de la tecnología siempre están presionando al cambio. En el largo plazo, el consumidor acepta el cambio si la tecnología que se le presenta es mejor que la que tiene.

Stan Liebowitz y Stephen Margolis hicieron un estudio muy serio sobre esto y concluyeron que los consumidores tuvieron buenas razones para preferir el teclado Qwerty por encima del Dvorak y el formato VHS sobre el Beta; cualquier cambio se dará cuando una nueva tecnología sea verdaderamente diferente y superior a la existente.

El Dr. Liebowitz predicaba en el campo de la Información es Libre; él decía que el fotocopiado de libros realmente favorecía a los autores porque hacía que su trabajo llegara a más gente; incluso llegó a sostener que la tecnología de copia de cintas de sonido y de vídeo ofrecía grandes beneficios a los consumidores sin causar daño alguno a los estudios cinematográficos o a las cadenas de televisión.

Para cuando Napster y otros sitios web se fueron popularizando, el Dr. Liebowitz ya había cambiado de opinión y predijo que la industria de la música se vería seriamente dañada porque las copias digitales eran prácticamente perfectas y era muy fácil y barato distribuirlas; actualmente él está apoyando el litigio de Viacom contra Google por publicar y distribuir sus vídeos gratuitamente en YouTube.

Tratar de cobrar por canciones u otros contenidos digitales a veces resulta una causa perdida; se dice que no hay candado ni coche que no puedan ser abiertos por un cerrajero, y lo mismo le pasa a casi cualquier archivo digital en relación a los hackers, sin embargo, no andamos por ahí abriendo coches y violando candados, entonces ¿por qué andamos fusilando textos para la tarea del Mai, o bajando música y vídeos piratas?

La respuesta es: porque si nos pescan abriendo un coche o con los cubiertos de plata de la vecina en los bolsillos, nos trincan un rato a tomar baños de sombra, pero si el Mai nos pesca presentando la tarea sacada del rincon del vago.com no pasa nada con el argumento de que la información es gratuita y la tecnología es mejor y ya está pagada.

Y lo peor no es eso, no, lo peor es que en la mente de muchos jóvenes se está formando la conciencia colectiva, sí, esa de la colmena con la que inicié esta nota, de que no es necesario aprender nada porque todo ya está en algún lugar de la red, y es gratis. ¿Para qué estudiar o aprender algo? No estudiar es mejor que estudiar, ¿no?.

Mientras más gente haya que piense así, más irreversible será la degradación de los sistemas educativos, peor será la capacidad intelectual de los egresados universitarios y menos valdrá el trabajo del mai (con minúsculas) ¿o tú estarías leyendo esto si te costara un dólar a la semana?

Esto sólo tiene reversa si el consumidor-discípulo percibe más valor en lo que recibe de su Mai, que en lo que recibe de la red, de lo contrario, ¿quién será el guapo que se plante frente a una muchedumbre de otentontes exigiendo el pase al siguiente grado, sólo porque ya pagaron la colegiatura? o porque no la pagaron, pero tienen derecho a la educación gratuita.

El mai

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EN TODAS PARTES SE CUECEN HABAS

En esta ocasión el mai (con minúsculas) tiene un invitado. La Gacetilla de esta semana es de un periodista de infantería, de esos que han recibido plomazos en la guerra de los Balcanes y otras peores; también es novelista de personajes de capa y espada, y de remate es académico de la Real Academia Española; se trata de Don Arturo Pérez-Reverte.

Su trabajo lo he incluido con admiración, respeto y sin afán de lucro, así que no creo que me demande en las cortes de La Haya por plagio. Se trata de demostrar que el problema del Mai (con mayúsculas) es universal y tan común en la madre patria como en la patria que está valiendo madre; que nuestra tarea está más cerca de lo heroico que de lo infame, y que, como la de los buenos profetas, está más reconcocida allá que acá. Sin más, entremos en materia.

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El héroe de nuestro tiempo
Ahí sigue, el tío, aún no se ha vuelto un mercenario de la tiza, de esos que entran en el aula como quien ficha donde ni le va ni le viene. Tal vez porque todavía es joven, o porque es optimista, o porque tuvo un profesor que alentó su amor por las letras y la Historia, cree que siempre hay justos que merecen salvarse aunque llueva pedrisco rojo sobre Sodoma. Por eso cada día, pese a todo, sigue vistiéndose para ir a sus clases de Geografía e Historia en el Instituto con la misma decisión con la que sus admirados héroes, los que descubrió en los libros entre versos de la Ilíada, se ponían la broncínea loriga y el tremolante casco, antes de pelear por una mujer o por una ciudad bajo las murallas de Troya. Dicho en tres palabras: todavía tiene fe.

Aún no ha llegado a despreciarlos. Sabe que la mayor parte son buenos chicos, con ganas de agradar y de jugar. Tienen unas faltas de ortografía y una pobreza expresión oral y escrita estremecedoras, y también una escalofriante falta de educación familiar. Sin embargo, merecen que se luche por ellos. está seguro de eso, aunque algunos sean bárbaros rematados, aunque los padres hayan perdido todo respeto a los profesores, a sus hijos y a sí mismos.

"Voy a tener que plantearme quitarle de su habitación la Play Station y la Tele", le comentaba una madre hace pocas semanas. Dispuesta, al fin, tras decirle por enésima vez que lo de su hijo estaba en un callejón sin salida, a plantearse el asunto. La buena señora. Preocupada por su niño, claro, Desasosegada, incluso. Faltaría más. La ejemplar ciudadana.

Pero, como digo, no los desprecia. Lo conmueven todavía sus expresiones cada vez que les explica algo y comprenden, y se dan con el codo unos a otros, y piden a los alborotadores que dejen al profesor acabar lo que está contando. Lo hacen estremecerse de júbilo sus miradas de inteligencia que cambian entre ellos cuando algo, un hecho, un personaje, llama de veras su atención. Entonces se vuelven lo que son todavía: maravillosamente apasionados, generosos, ávidos de saber y de transmititir lo que saben a los demás.

En ocasiones, claro, se cae el alma a los pies. El "a ver qué hacemos todo el día con él en casa" como única reacción de unos padres ante la expulsión de un hijo por vandalismo. Por suerte, a él nunca se le ha encarado un chico, ni amenazado con darle un par de hostias; ni se las han dado, el alumno o los padres, como a otros compañeros. Tampoco ha leído todavía el texto de la nueva ley de Educación, pero tiene la certeza de que los alumnos que no abran un libro seguirán siendo tratados exactamente igual que los que se esfuercen, a fin de que las ministras correspondientes, o quien se tercie, puedan firmar imperturbables que lo del informe Pisa no tiene importancia, y que pese a los alarmistas y a los agoreros, los escolares españoles saben hacer perfectamente la O con un canuto, Mucho mejor, incluso, que los desgraciados de Portugal y Grecia, que están todavía peor. Etcétera.

Y sin embargo, cuando siente la tentación de presentarse en el ministerio o en la consejería correspondiente con una escopeta y una caja de postas -"Hola, buenas, aquí les traigo una reforma educativa del calibre doce"-, se consuela pensando en lo que sí consigue. Y entonces recuerda la expresión de sus alumnos cuando les explica cómo Howard Carter entró, emocionado, con una vela en la cámara funeraria de la tumba de Tutankhamon; o cómo unos valientes monjes robaron a los chinos el secreto de la seda; o cómo vendieron caras sus vidas los trescientos espartanos de las Termópilas, fieles a su patria y a sus leyes; o cómo un impresor alemán y un juego de letras móviles cambiaron la historia de la Humanidad; o cómo unos baturros testarudos, con una bota de vino y una guitarra, tuvieron en jaque a las puertas de su ciudad peleando casa por casa, al más grande e inmortal ejército que se paseó por el suelo de Europa. Y así, después de contarles todo eso, de hacer que lo relacionen con las películas que han visto, la música que escuchan y la televisión que ven, considera una victoria cada vez que los oye discutir entre ellos, desarrollar ideas, situaciones que él, con paciente habilidad, como un cazador antiguo que arme su trampa con astucia infinita, ha ido disponiendo a su paso. Entonces se siente bien, orgulloso de su trabajo y de sus alumnos, y se mira en el espejo por la noche, al lavarse los dientes, pensando que tal vez merezca la pena.


© Arturo Pérez-Reverte
XLSemanal , 27.06.2006

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Hasta aquí lo escrito por Pérez-Reverte. Dejo el comentario a tu propia reflexión como alumno de alguien aquí retratado, como Mai que a veces se levante con ganas de agarrar la escopeta para repartir supositorios de innovación educativa, o como padre de familia que esté a punto de ponerle un collar de dedos a la Mai de su hijo por reprobarlo en Mate... por su mala conducta en el pasillo.

No te invito a lanzarle tomatazos a Pérez-Reverte porque antes que nada es un invitado; sin embargo, si te sientes inspirado como para maquillar de rojo verdulero al mai, tus ideas serán bienvenidas.

el mai

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¿POR QUÉ CREEMOS LO INCREÍBLE?

Este mai predica que que la gente prefiere creer una mentira popular, que una verdad impopular, pero no ha dicho por qué.


Para empezar, vamos a buscar una palabra que describa la tendencia, no sólo humana, sino de muchas otras especies, de buscar y asignar significado a imágenes, sonidos o secuencias de lo que sea.

El estímulo inicial que se repite, se llama Patrón, y puede ser una secuencia de símbolos, una serie de sonidos o la repetición de eventos naturales en determinada cadencia, que nos inducen a producir una interpretación mental del estímulo y a actuar en consecuencia.

Una palabra que se acerca a la descripcción de este fenómeno puede ser sugestividad, y la podemos re-definir como la cualidad de un patrón de estímulos, en orden o no, que produce una conducta en un ser.

Todo mundo recuerda los experimentos y la teoría de Burrhus Frederic Skinner acerca del condicionamiento operante, más conocida como "conductismo". En pocas palabras, lo que la teoría sostiene es que la conducta de respuesta de un individuo puede ser modificada mediante la presencia o ausencia del estímulo que reciba; es decir, si picándole a una palanquita roja el pichón obtiene unos granos de comida, en cuanto se dé cuenta del patrón picar-comer, el ave seguirá votando por la palanquita roja indefinidamente, hasta que se le olvide cómo salir a buscar comida con su trabajo; el pichón habrá sido reclutado por el socialismo.

Así nacen las supersticiones
El problema es ¿qué pasa cuando se le acaba al socialismo el dinero ajeno?, perdón, ¿qué pasa cuando el patrón de estímulos es caprichoso? Si el granito de comida sale unas veces cuando el pichón le pica a la palanca roja y otras veces cuando le pica a la negra, la paloma tratará de construir patrones con otros eventos que sucedan antes, o al momento, de obtener el premio; tal vez dará dos vueltas a la derecha, una a la izquierda y picará dos veces la negra y una la roja; así es como se forman las supersiciones: cuando el sujeto no se siente dueño de su destino y le atribuye propiedades mágicas a los objetos, a la posición de los astros  o al estado de ánimo de sus dioses.


Esto explica en parte porqué la gente tiende a creer en amuletos, fetiches, costumbres mágicas, chamanes, brujos, hechiceros y complós políticos. Es lo fácil, lo que está de moda; porque investigar cuesta trabajo.

Por otra parte, si el experimento es verdaderamente aleatorio, el pichón perderá su palomera razón; jamás encontrará el patrón que lo alimenta, y ni por casualidad encontrará la manera de comer más allá de la subsistencia.

Aun si el patrón es fiel recompensador del voto palomero por la palanquita roja, el pichón podrá comer, pero olvidará cómo volar y salir a buscar su comida, ¿para qué?, si no lo necesita; defenderá agresivamente el subsidio hasta el punto de la dependencia mortal.

Quien lo dude, asómese a cualquier plaza pública del mundo donde se acostumbre dar de comer a las palomas, y verá que hasta le sacan los ojos a quien se atreva a presentarse sin una bolsa de maiz para repartir.

Aun hay algo más para explicar la credulidad humana. Supón que eres uno de nuestros ancestros hace tres millones de años en las planicies de África; de pronto oyes un leve ruido atrás de ti; puedes suponer que es la brisa sobre el pasto y no hacer nada, o puedes decidir que es un tigre dientes de sable buscando botana y echarte a correr a todo lo que das.

Si corriste y resulta que era el viento, no pasó nada, sólo cambiaste de lugar y cometiste un error tipo I: falso positivo. Si por el contrario, no hiciste nada y era un tigre, cometiste un error tipo II: falso negativo, y eres el almuerzo del tigre.

Considerando ambas posibilidades, nuestros ancestros, los que evidentemente sobrevivieron, se volvieron cautelosos y al menor ruido salieron corriendo, cometiendo un error tipo I, pero conservaron la vida... y la especie.

¿Cómo se toman decisiones en condiciones de incertidumbre? -evaluando el costo de cada una y seleccionando la que sale más barata, y así es como caemos en la credulidad: porque parece que es más económico creer lo que todo mundo cree, aunque sea mentira, que ponerse a investigar y asegurar la verdad.

Después de millones de años de evolución, y supervivencia basada en errores tipo I, el cerebro humano ha desarrolado su propio sistema de detección de patrones confusos, al punto de que, ante una imagen ambigua, cada quien ve lo que se le pega su rechocolatera gana, por ejemplo:

en la misma imagen podemos ver un caballo o una rana y, además, una vez aceptada una de las dos imágenes, podemos verla sin esfuerzo en cualquier posición que se ponga el original.

A esto se le llama "cebado cognitivo", son ideas preconcebidas que se encuentra uno a la menor provocación; algo muy frecuente en personas supersticiosas o que generalizan situaciones aunque estén totalmente desconectadas entres sí.

Por ejemplo, hay personas que no les gusta sentarse en determinado lugar del aula o de un vehículo, porque les recuerda una experiencia adversa; otros usan una prenda de ropa "porque les trae buena suerte"

Mientras más se domina un conocimento o un acto, más segura es una persona, y menos cree en supersticiones y aquí es donde entra la labor del Mai:

Primero, hay que aceptar que uno puede o no creer en las teorías de Skinner, pero si el alumno está inseguro de que sus calificaciones dependen exclusivamente de él, actuará buscando buenos resultados por todos los medios a su alcance, menos estudiando para el examen.

Aunque el Mai (padre, jefe, gerente, líder) no actúe para provocar el condicionamiento operante, inconscientemente puede estar provocándolo si su conducta es errática e impredecible para el sujeto; el síndrome de Rambo (llegar al aula (oficina, taller, planta) pateando puertas, de mal humor, vengativo, prepotente) causa mucho daño porque el sujeto cae en confusión, se distrae, trata de congraciarse con el caudillo, como nuestros antepasados con sus dioses: con sacrificios, regalos y protocolos ceremoniales.

Segundo: ante un conocimiento confuso, los patrones de orientación, las órdenes del líder deben ser claras, precisas, sin ambigüedades, y poco a poco, los discípulos irán aprendiendo a leer el pensamiento en la mirada de su líder.

Y tercero: pensar cuesta trabajo, pero es la única manera de conocer la verdad; mientras una persona se deje llevar por la corriente principal, podrá tener seguridad, pero jamás será libre. No lo dudes, no lo creas; investígalo.

el mai

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MEJORA CONTINUA

Las fuerzas biológicas, culturales y económicas del progreso humano.

A mediados del siglo XVIII, Malthus se hizo famoso por haber predicho que el fin del mundo, por causas de la sobrepoblación y falta de alimentos, sería precisamente en 1798.

Obviamente le falló porque no contó con el aumento de la productividad, simplemente extrapoló el crecimiento de la población y el de la producción, y donde se cruzaron las líneas, a él se le cruzaron los cables.

Hace treinta años Julian Simon y Paul Ehrlich se enfrascaron en una polémica acerca de lo mismo; Ehrlich, un ecologista, sostenía que el caos ambiental y el sufrimiento humano eran inminentes debido a la explosión de la población humana ya que el mundo no podría alimentar a mil millones de habitantes. Según Ehrlich, África caería en un caos generalizado y el planeta entero sufriría un desastre climático.

En aquél momento Simon apostó una bonita suma a que Ehrlich podía escoger cinco productos y que en un plazo de diez años, el precio de todos ellos sería menor que en aquél momento.

Simon ganó la apuesta varios años antes de la fecha señalada y los desastres no sucedieron. Y no es por falta de ganas de seguir haciendo humanos, no; la población actual (ver reloj) anda rascando los 6.8 mil  millones de cabezas y los episodios climáticos adversos no se han dejado esperar, bueno, hasta los polos magnéticos de la tierra se están invirtiendo.

Hoy en día, la bandera del optimismo la lleva Matt Ridley, un extraordinario autor de divulgación científica que, en su reciente libro: "The rational Optimist: How Prosperity Evolves" pone en su lugar a los profetas apocalípticos de hoy diciendo que para 2110 (ya sabes: el futuro siempre es más brillante cuanto más distante está), la población mundial tendrá más y mejor comida, será cultivada en menor área agrícola y hasta se devolverán a los bosques y selvas las tierras que les fueron quitadas para la agricultura en el siglo XX.

Sin embargo, esto no será posible si la humanidad no acepta los beneficios de la innovación tecnológica. Alimentar dos mil millones más de seres humano, más el correspondiente número de vacas, pollos y puerquitos, implica producir mucha más comida y ésto requiere de modificaciones genéticas. O acabar comiendo insectos y lombrices.

Las cosechas de mañana tendrán que usar menos fertilizantes, menos insecticidas y poca agua. Para que esto suceda habrá que convencer a no pocos opositores de la modificación genética. Ahí entras tú, Mai con mayúsculas.

Hay gran cantidad de productos agrícolas son genéticamente manipulados, pero no está de moda criticarlos; por ejemplo, el maiz de hoy, llamado "híbrido" no se parece en nada al maiz silvestre de nuestros antepasados; las uvas sin semilla tienen menos de 50 años de ser las más comunes en nuestra mesa y los claveles azules son más falsos que la promesa de un político. El cactus sin espinas, los duraznos y ciruelas gigantes, la nectarina, las margaritas Shasta, las papas para freír y hasta el aguacate Hass, todos son producto de la  heterosis (Vigor híbrido). Investiga el trabajo de Luther Burbank.

Del lado del reino animal pasa lo mismo con perros, gatos, caballos, borregos, pollos, y cuanto bicho sea útil o tenga un precio, habrá sido manipulado genéticamente, así que no nos hagamos los químicamente puros y pretendamos consumir lo "orgánico", porque ya ni los dientes son lo de antes.

El ser humano es la única especie capaz de innovar. Algunos animales usan herramientas, otros trabajan en equipo o mantienen a individuos especializados para un trabajo, pero esas habilidades no son acumulativas en el corto plazo. El hombre es el único ser que puede entrar en la mejora continua de inmediato, sin esperar a los cambios genéticos.

Algunos sugieren que esto radica en la química del cerebro que nos impulsa a meterle mano a cuanto mecanismo se nos acerca; otros piensan que es el lenguaje, y la capacidad de pensar con palabras, lo que nos impulsa al aprendizaje social y a la imitación de quienes están mejor que uno.

Ridley piensa que la respuesta no está adentro, sino afuera de la mente; que la innovación es un fenómeno colectivo, que se contagia de unos a otros, como cuando alguien tiene una idea virulenta.

Dice, por ejemplo, que el comercio es la chispa que disparó la imaginación humana porque hizo posible no sólo el intercambio de objetos, sino el de ideas; el comercio lleva a la especialización al premiar a los individuos y a las comunidades que tengan ventajas comparativas y las pongan en juego, ya que no basta tener talento, sino también hay que usarlo. 

El incentivo del progreso
Aquél ser humano que era más hábil para la cacería o para la agricultura, y que invirtió su tiempo libre para mejorar sus métodos o su tecnología, desarrolló ventajas competitivas por encima de las de sus ancestros o las de sus rivales.


Es esta cultura de mejora continua la que acelera el progreso, por siglos la mayor parte de la humanidad ha vivido callada en la desesperación, en abyecta servidumbre o en la pobreza desgastante y, sin embargo, a pesar de las predicciones de Ehrlich y de muchos otros, el progreso económico y tecnológico ha seguido adelante. Pero hay que levantarse y hacer algo; el progreso no llueve, ni el “dame” sustituye al “hago”


Simon y Ridley nos dan en sus libros amplias pruebas de que las cosas han mejorado para la mayor parte de la gente, en la mayoría de los países y enmuchos rubros. Ya sea que se mida la calidad del aire en Los Ángeles o en la Cd. De México, las tasas de vacunación en Bangladesh, o la expectativa de vida en Perú, sus conclusiones son indiscutibles... pero hay que trabajar para lograrlo.

Ridley desconfía de la capacidad del gobierno (cualquiera: diestra o siniestra) para fomentar la innovación y la libertad individual; dice que los gobiernos hacen lo menos posible por cambiar el estado de cosas porque son monopolios de poder y no sienten la presión de la competencia para cederlo.



En este sentido, sólo un mercado en libre competencia podrá progresar, y eso no sucede cuando se tiene el monopolio del poder, o de los teléfonos, la luz o los ferrocarriles. Da igual.


Tampoco se va a arreglar el problema climático, si es que se puede, imponiendo reglamentos que lo prohíban, se va a mitigar cuando la tecnología pueda producir electricidad sin emitir gases de combustión, y esto no se puede lograr si quien la produce es un monopolio o un oligopolio que no quiere perder el negocio; simplemente no hay razón para gastar en nueva tecnología que baje los precios y su ingreso.


Se requiere tecnología para producir energía eléctrica directamente de la única fuente externa que hay: el Sol, y se necesita esa electricidad para hacer potable el agua del mar. Nada que un par de buenos ingenieros eléctricos no puedan encontrar


El problema de alimentación de la población no se arregla repartiendo condones, ni promoviendo abortos o matrimonios estériles, sino haciendo más productiva la tierra, la granja y la fábrica. De nuevo: nada que un par de biólogos moleculares y unos cuantos ingenieros industriales no sepan hacer.

La basura es problema porque la fabricamos, y pagamos por ella, en forma de empaques, bolsas, cajas, y productos desechables. Todo envase debe ser re-usable, reciclable o bio degradable en corto tiempo. De remate: nada que un buen mercadólogo o diseñador gráfico no puedan hacer. ¡Fácil!


Mai: la solución a todos lo problemas del 2110 está en tu salón de clase hoy; tú tienes la palabra.


El mai


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