¡BASTA DE REALIDADES, QUEREMOS PROMESAS!

El negocio de la educación es uno de los más estructurados desde el punto de vista administrativo; es quizá el que requiere de más horas de planeación, organización, dirección y control, que de ejecución.

Se dice, por ejemplo, que para impartir una materia nueva (nueva para el Mai, claro) se requiere de dos horas de preparación por hora frente a grupo, y que un curso de 56 horas requiere, en total de 168 horas de trabajo previo de otros. Imagínate que un curso es una sinfonía; ¿Sábes cuántas horas de composición se llevó el autor para que una orquesta de 104 músicos sonara durante 30 minutos?

Por eso, los ejecutantes de la educación, fácilmente caemos en la rutina de planear para cumplir con el tema de mañana o para entregar lo que un(a) jefe(a) pidió ayer para hoy, y perdemos de vista el único objetivo que importa: que el discípulo aprenda algo, no porque no esté claramente indicado en el temario, sino porque fácilmente caemos en la rutina de lo administrativo.

Sin embargo, los líderes-Mais siempre son visionarios; son personas que ven mucho más allá del plan de mañana y fijan la mirada en una imagen del discípulo a diez años. Independientemente de que el diseño curricular, el plan de estudios, el temario y la carta descriptiva deberán ser cumplidos con precisión de reloj japonés para el próximo lunes.

La verdad es que el padre o madre de familia se forja metas para sus hijos basadas en la ilusión o en lo que uno no pudo ser, sin pensar objetivamente en las dotes o la voluntad del crío; al mismo tiempo, es el Mai quien, aun teniendo la misma ilusión, conserva la objetividad de evaluar el verdadero potencial del discípulo. A riesgo de recibir unos tomatazos, yo diría que el Mai tiene una visión muy clara de hasta dónde podría llegar cualquiera de sus ovejas.

La visión es una imagen de lo que el joven debería de tomar como metas y objetivos antes de entrar en la carrera de ratas que llamamos vida adulta; pero conste que la visión es del sujeto, y que el Mai sólo puede ayudar a enfocarla a través de los ojos ajenos.

Si uno no sabe adónde va, cualquier camino es bueno, pero no cualquier llegada es satisfactoria.
Para escoger una dirección, el discípulo debe desarrollar una imagen de un futuro posible y deseable en donde el(la) sea el personaje más importante. La visión puede ser tan vaga como un sueño o una ilusión, o tan precisa como una meta escrita, firmada y sellada o como el párrafo de texto de una misión corporativa.

Nada es imposible para quien no lo tiene que hacer
Todo mundo debe tener una visión, desde la persona, hasta el país o la especie humana; en 1960 J.F. Kennedy formuló la visión de poner al hombre en la luna y traerlo completo de regreso dentro de un plazo de diez años. Neil Armstrong y Buss Aldrin cumplieron la misión en 1969. Sanford Weill fijó la meta de American Express en llegar a ser el mayor banco de inversiones en cinco años, y por esas fechas, la visión de IBM era aún más vaga: dar el mejor servicio de todas las empresas del mundo.

Pero el Mai no es quien dibuja las visiones del joven, él sólo le acerca las crayolas y el papel; el Mai-promotor de visiones más exitoso es aquél que traza los rasgos más gruesos de un fondo en el que falta el personaje: su discípulo.

Es éste quien tiene que ambicionar colocarse en la pintura o, mejor aun, en la película. El Mai es quien conoce los escenarios porque ya los tiene recorridos y sabe lo que le falta al discípulo para poder entrar en escena; su tarea es convencerlo de que invierta en sí mismo para que pueda dibujarse en la pintura... y escribir su propio cheque.

Uno de los más claros biógrafos de Napoleón Bonaparte fue Louis Madelin; quien nos dice que Napoleón podía ver tres o cuatro alternativas al mismo tiempo, que era capaz de conjurar visiones de cualquier posibilidad favorable o desfavorable, de preferencia la peor posible.

Esa mente visionaria, fruto de la intensa reflexión, le permitía prepararse para cualquier eventualidad. Nada lo podía tomar por sorpresa... tal vez la mejor característica de su intelecto era la combinación de idealismo con realismo y ésta fórmula le permitía enfrentar las visiones más fumadas y las realidades más insignificantes.

¿Acaso no es esto algo que el Mai o padre de familia, hace todos los días? pero, para que la visión del Mai tenga impacto en el joven, tiene que ser presentada de manera dramática y convincente. Las amenazas no funcionan; los dogmas, menos; lo que funciona es el realismo, la reflexión y la concientización de que el Mai pinta el telón, pero cada quien es responsable de pararse frente al público y cantar.

En cierta forma, el Mai es un soñador de sueños ajenos; nuestro problema es cómo contagiarlos durante la sesión diaria en el aula y, además, como cada discípulo tiene un futuro diferente, el tema de hoy contribuye una pincelada diferente al paisaje de cada uno de ell@s. Pero hay que hacerlo.

Los problemas de hoy nos han obligado a encontrar soluciones de hoy; mas no perdamos de vista el mañana, no dejemos de provocar la reflexión sobre el futuro individual basado en el concepto de lo aprendido o practicado hoy. No perdamos la visión de largo plazo.

Tal como Napoleón lo pensaba: la realidad futura es incierta, pero la podemos construir con los detalles de hoy. Y sin sorpresas.

el mai

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ALQUIMIA DE LA INSPIRACIÓN ACADÉMICA

Hace algunos años, leyendo las evaluaciones de los alumnos de la materia de... bueno, no importa, me encontré con la frase: "No entiendo por qué le pone tanto entusiasmo a cada clase; se cansa uno namás de verlo".

La frase me persiguió mucho días y sus noches; finalmente, como este mai no recibía los comentarios de los alumnos a tiempo de corregir nada, me tuve que responder solo: uno le echa ganas porque en algún momento, a uno de ell@s le caerá la moneda que echará a andar el mecanismo de su mente y cambiará su vida. El problema es que uno no sabe cuándo, ni a cuál discípulo le cambiará la vida.

Con esta idea he abrazado la vocación de mai a partir de mi tercera reencarnación (voy en la quinta) y la he continuado en esta gacetilla, que no tiene muchos lectores, pero sí muy fieles. He tratado de sembrar en las mentes jóvenes algunos principios, ya pasados de moda en la actualidad.

Respeto, compasión, integridad.
Creo que mucho de la manera de ser del profesionista de hoy se debe a experiencias coyunturales en el aula; lo se porque yo experimenté una de esas experiencias, y porque he visto la chispa del cambio en los ojos de algun@s de mis alumn@s a través de los años; no todas las revelaciones se han dado en el aula, ha veces han sido en la oficina, en los pasillos o en la cafetería. Pero lo he visto y me ha pasado no una, sino muchas veces.

Se puede encontrar información acerca de ese tipo epifanías en cualquier biblioteca o sitio web, sin embargo, quisiera marcar el segundo aniversario de esta gacetilla compartiendo contigo un episodio en particular durante una clase de Psicología Educativa, parte del programa de la Especialidad en Docencia.

Un sábado por la madrugada
Para cierta sesión había que leer este trabajo sobre la Disonancia Cognitiva de Festinger y Carlsmith; cuando el Mai preguntó, un sábado a las 07:00 AM, (¡imagínate!), si alguien tenía alguna pregunta sobre la lectura, le contesté con mucho desprecio qué  !"$%&;/() era ese estudio de las mentiras de a dólar y  de a $20 ¡¡??

Yo siempre he sido bastante tímido y callado en clase, pero el día, la hora y la desvelada leyendo el plomo ese, conspiraron en mi contra y la boca me traicionó -cosa rara, por cierto. Mi frustración era evidente; mi mente dotada de dos cuartisferios cerebrales izquierdos siempre se ha resistido a comprender este tipo de textos y, en esta ocasión, el tipo (o sea el Mai) me oyó.

Cuando el Mai levantó la ceja y me clavó una mirada de 220 Volts, supe que mi destino estaba sellado: jamás me graduaría en la especialidad, y me dijo entonces, con frialdad de suegra ofendida: "Los estudios de Festinger y Carlsmith son clásicos de la Psicología Social"

El Mai no gritaba, ni gesticulaba con desesperación; de hecho, esbozaba una leve sonrisa franca y sincera que me desarmó de toda hostilidad. Su sonrisa no era de burla ni desprecio, sino más bien comunicaba su comprensión de mi pragmatismo. Con el mismo gesto volteó a ver al resto de mis compañer@s; al ver las caras de estupefacción somnolienta, con gran paciencia, nos explicó el experimento.

¿Mentirías por 53 000 dólares?
Si tú eres una persona que aborrece la mentira, imagina que alguien te ofrece que hagas un trabajo aburrido y que, al terminar, le digas a la gente que te pareció muy interesante. La mitad de las personas sometidas al experimento de Festinger y Carlsmith recibieron un dólar y a las otras recibieron $20.(en los 50's eso era como 500 verdes de hoy)

Al terminar, los sujetos fueron evaluados para ver qué tan divertido les había resultado el experimento, y la sorpresa fue que, quienes recibieron un dólar, dijeron haberse divertido más que quienes recibieron $20, y la explicación es que la gente se siente mal, o sea: sienten una disonancia o discordancia cognitiva, cuando sus acciones son inconsistentes con sus creencias (¿leiste la gacetilla anterior? ahí se inicia este tema) y, entonces, para disminuir la discordancia, cambia sus creencias (porque no puede cambiar sus acciones). Es como la fábula de la zorra y las uvas que, por no poderlas alcanzar, la zorra decide que las uvas estaban verdes.

El punto no es la teoría tal o cual, que puedes leer en la referencia dada más arriba, sino la reacción del Mai ante la pregunta agresiva y grosera del abajo firmante; el tipo no puso cara de paciencia sacrificada, ni pensó "cómo voy a sacar a este cretino de su abyecta ignorancia", sino que respondió con algo genuino, humano, sencillo, comprensible, y pleno de integridad profesonal.

En ese momento, ese Mai me enseñó más que la Disonancia Cognitiva:
a) el respeto por el alumno y sus preguntas,
b) el valor intelectual de la investigación práctica,
c) cómo enseñarle, efectivamente, a quien no tiene la menor idea, o a quien no quiere ser enseñado

En conclusión
Esta historia la he compartido con muchos discípulos de mi tercera reencarnación y con algunos Mais de la cuarta; ahora, en la quinta, la comparto contigo: Mai, madre o padre de familia.

Jamás volví a ver a dicho personaje; probablemente ni se acuerda de mi o de lo que hizo aquella mañana particular de sábado a las 07:00 AM porque esa era su manera normal de actuar, lo que sí es cierto, es que el cambio más importante en mi manera de responderle al alumno insolente sucedió en un instante que él no pudo haber previsto.

Por eso es que le echo tantas ganas a mi clase: porque nunca se sabe cuándo va a cambiarle la vida a alguien, para bien o para mal... o aunque sea, para mantenerlos despiertos.

el mai.

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ME GUSTAS TÚ Y TODO LO TUYO

Si te fijas, las relaciones humanas, los gustos y las opiniones políticas --y ni qué decir de las deportivas o las religiosas-- tienen algo en común: cuando conocemos a alguien o a algo, se da una sensación global a partir de la primera impresión.

Algunas personas sienten el magnetismo que emite su interlocutor, aunque sea alguien distante, como en un escenario o en una pantalla. Algo parecido pasa cuando una persona entra a un recinto ocupado por un grupo: se siente que algo flota en el ambiente, puede ser electrizante o cautivador, pero algo se percibe.

Si más adelante la relación falla y se reflexiona sobre el asunto, siempre resulta que tal o cual atributo de una persona pasó desapercibido o fue avasallado por la primera impresión y, entonces, nos echamos la culpa por no ver lo negativo desde un principio.

Sin embargo, esto no pasa por falta de atención, sino porque hay mecanismos psicológicos muy fuertes que afectan la percepción creando la impresión de que hay un alto grado de consistencia y precisión entre lo que nos gusta (percepción subjetiva) y lo que realmente es bueno (percepción objetiva).

Se puede decir que nuestra actitud (esta persona me gusta), lo que sabemos de ella (esta persona es alegre, y está centrada en sí misma), y nuestras creencias (creo que la gente alegre es divertida, pienso que las personas centradas en sí, son egoístas), son conceptos que se van dispersando de manera coherente y subyacen abajo de nuestra conducta.

Cuando nos gusta alguien, esto tiende a reforzar todos los constructos que tenemos que sean consistentes con esa actitud, así, cuando pensamos que una persona nos gusta, nos enfocamos en sus cualidades, como ser una persona alegre, en lugar de otros rasgos, como que esté centrada en sí mismo.

Las percepciones negativas, aunque sean reales y obvias para otros, son colocadas en el telón de fondo de la relación y, a veces, hasta son re-interpretadas para apoyar el juicio principal; así, cuando una persona nos gusta, no decimos que está centrada en ella, sino que está muy efocada en la tarea, o que trabaja mucho.

En suma: encontramos justificantes que van expandiendo la coherencia de nuestras ideas.

En el aula esto se va dando poco a poco conforme avanza el curso: si el Mai causa una buena primera impresión, o si su buena fama lo precede, el discípulo le va encontrando sentido a lo que aprende y cualidades a lo que el Mai hace.

Simétricamente: si un grupo le resulta antipático desde el primer día o si tiene fama de mata-Mais, el Mai no podrá apreciar que es un grupo unido y alegre, sino lo que verá serán pandilleros que no toman nada en serio.

Las actitudes cambian la fortaleza y rigidez de las creencias. Esto significa que la estructura de éstas cambia con el tiempo; como es un proceso muy lento, uno no se da cuenta de que la rigidez de nuestras  creencias va cambiando; el tipo de personas que nos gustaba de niños no siempre es igual al tipo de personas que nos gusta de adolescentes o ya de adultos, sin embargo, la experiencia nos hace creer que no hemos cambiado, que todo encaja perfecto en nuestra actitud, y que quienes han cambiado son los demás.

Si algo llega a cambiar la actitud, también va a cambiar la fortaleza de nuestras creencias; así, cuando una persona cae de nuestro gusto, le empezamos a ver defectos por todos lados.

Vida, honra y confianza, sólo se pierden una vez
De ahí que sea tan importante cuidar las actitudes: porque arrastran a las creencias, y muchas veces en forma irreversible; en la mente de cada persona la primera impresión, cierta o falsa, tiende a confirmar sus creencias y éstas serán reforzadas tanto por la realidad como por nuevas actitudes, siendo cada vez más y más difícil revertir la corriente.

Tomemos como ejemplo el fanatismo deportivo: si yo le voy al Barça, todo lo que hagan será bueno y todo lo que haga el Real Madrid será malo; si a mí me gustan las computadoras Apple, nada que haga Bill Gates y el lado oscuro del imperio me parecerá bueno, sin importar el precio de venta. Cuando hablamos de actitudes, hablamos de relativos temporales.

La coherencia es una virtud social
Saber que estamos alambrados para buscar la coherencia es bueno, porque la coherencia da la sensación de que lo que creemos está apoyado por nuestra actitud, aparentemente inconsciente. De esta manera cualquier decisión que tomemos emocionalmente, encontrará soporte y justificación en lo que ya creíamos desde antes.

Pero el estar a gusto con la decisión tomada por impulso, no necesariamente es haber hecho lo correcto; cuando se trata de las grandes decisiones, siempre es bueno poner en juego la razón junto a los sentimientos y equilibrar los conocimientos con las actitudes.

El hábito no hace al monje, pero lo anuncia
En particular, el Mai no se puede dar el lujo de tener actitudes de mecha corta; mucho menos debe adoptar actitud Rambo-tira-puertas el primer día de clases; las consecuencias pueden ser graves porque la reacción de un grupo es mayor y dura más que la suma de las reacciones individuales y el ciclo se realimenta a cada vuelta de mala-actitud-después-de-una-mala-respuesta-que-proviene-de-una-mala-actitud.

Hay que ser cuidadoso de que las cosas que sabemos, o sea, las interpretaciones de las realidades, sean consistentes con las actitudes que despiertan; cualquier sentimiento bueno resistirá el examen de la razón porque, después de todo, padie es nerfecto y uno puede apreciar, querer y amar a una persona, sin que nos guste absolutamente todo de ella.

el mai

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META: LO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE LO OBVIO

Cuenta la leyenda que un turista rondaba por el taller de un escultor que estaba tallando la efigie de un guerrero indígena del viejo oeste hasta que, después de varias horas de actividad fotográfica y babeante admiración, el turista le pregunta al escultor: "Oiga, ¿cómo le hace para esculpir al indio?" a lo que, tranquilamente, y sin perder ni un golpe de escoplo, el artista le responde: "¡Fácil!, toma usted un bloque de madera y le quita todo lo que no parezca un indio".

 Todo mundo sabe hacer algo, unos bien, otros mejor, cada quien tiene su habilidad y casi nadie sabe cómo fue adquirida. En la jerga de la educación lo primero es la cognición, y lo segundo es la meta-cognición.

En términos más sencillos, una cosa es lo que sabemos, y otra es saber cómo lo aprendimos; es decir, cualquiera mata pulgas, y hay más de un modo de matarlas.

No estamos hablando de la costumbre de nombrar las cosas con palabras rebuscadas que indiquen nuestro dominio de la materia o que pretendan callar a quienes no hablen la jerga del oficio; eso sólo indica nuestra incapacidad para expresarnos clara y llanamente como para que todo mundo entienda; es decir, hablar en dialecto swahili-papa-caliente sólo logra que nadie nos entienda.

Se dice "metacognición" para no decir "saber aprender" o "saber cómo aprender", pero es lo mismo. La MC (si me lo permites para ahorrar teclas y dedos), es un producto y es un proceso, y ambos toman los rasgos de la persona que trata de aprender algo.

No pienses que esto está limitado al salón de clase, al contrario, en el aula es donde menos se usa, simplemente porque el número de horas que pasamos ahí es mucho menor que las horas totales de nuestra vida en vigilia, y conste que nunca dejamos de aprender, bueno casi, si descontamos los casos de muerte alcohólica.

Tomemos un ejemplo: supón que, por primera vez en tu vida vas a emprender un viaje de estudio o de negocio a una ciudad muy lejana, digamos... Praga; vas a estar varios meses solo y sin más apoyo que tu carácter y lo que lleves en tu equipaje.

El día que llegas alguien, que medio mastica Inglés, te recibe en el aeropuerto, te lleva a la estación del tren, te indica la pared donde está el itinerario, el mapa, y te da una palmadita en la espalda para indicar sus deseos de buena suerte en tu estancia.

Tienes tu boleto, 34 maletas con todos tus recuerdos de la infancia, unas estampitas de San Cristóbal, el amuleto de la Mano de Fátima y la dirección del hotel donde vas a vivir (si lo logras descifrar y lo encuentras) durante los próximos seis meses. ¡¿Qué haces!?

Lo que respondas es el proceso de la MC: saber cómo resolver problemas, saber cómo formular planes y secuencias de acción para llegar a algo, aunque jamás lo hayas hecho antes.


Una vez que has resuelto un problema, cualquiera que éste sea, ya tienes el producto  de la MC y lo puedes repetir y transferir a otras situaciones similares, inclusive se lo puedes enseñar a otros; esto es lo que sucede en el aula: el Mai no puede aprender por cuenta del discípulo porque el aprendizaje es un fenómeno que sucede adentro de la mente del sujeto, pero el Mai le puede enseñar algunas técnicas de aprendizaje que haya descubierto por su cuenta.

En pocas palabras: aparte de exponer conocimientos, el Mai tiene que enseñar a aprender.

Si se le pregunta a una persona, por ejemplo, cómo es que logra memorizar los nombres de las personas que conoce, en realidad la pregunta significa: ¿cómo evocas el nombre de una persona al ver su efigie?, las respuestas serán tan variadas como interesantes.

Algunas personas asocian el nombre con los rasgos, o la ausencia de ellos, del sujeto; por ejemplo, Blanca Estela Pavón, famosa estrella de cine de los 50's no era blanca, ni estaba plana como una estela, pero sí se pavoneaba con gran soltura; ¡listo! su imagen se ha vuelto inolvidable.

La asociación de palabras con imágenes es una técnica memorística; como ésta, hay muchas otras maneras para recordar de todo: números, traiciones, cumpleaños, procedimientos, imágenes, sonidos, experiencias, fechas, jugadas, precios... lo que sea.

El punto es que cada aprendiz tiene que aprender sus propias técnicas descubriendo sus propios mecanismos y, además, tiene que saber cómo funcionan, y cuáles funcionan en una situación u otra, o sea, la MC incluye no  nada más la selección de un método o la planeación de cómo aplicarlo, sino la auto-evaluación del proceso de aprendizaje resultante.

Aquí surge de nuevo el tema de la motivación y el auto-lastrado; si el discípulo fracasa en el descubrimiento o diseño de sus propios métodos de aprendizaje, lo más probable es que concluya que "no es bueno para tal asignatura", y es posible que esto no sea cierto, sino que él no haya aprendido a aprender.

Ahora que está tan de moda el Coaching, se puede aprovechar su popularidad para reforzar el papel de Coach del Mai en la MC del discípulo; como su nombre lo implica, el Coach es alguien con experiencia, que señala errores, aplaude talentos, hace al Trainee repetir un acto hasta la náusea y siempre está del lado del discípulo: en las buenas y en las malas. (en la foto Charles Harrison reconforta a  Keyleigh Perry que llegó en 3er lugar en el campeonato de la PIAA AA en la carrera a campo traviesa, habiendo roto su propio  récord de pista Nov. 01, 2008 10:38AM; lee el artículo aquí, es una bella lectura de dos minutos)

Entonces, si el aprendiz no aprende, la responsabilidad debería ser compartida, porque una parte es cognitiva si el sujeto no logra o no quiere saber, y otra es metacognitiva: el Mai no lo supo entrenar para que descubriera sus métodos y adquiriera el gusto por aprender.

No se me ocurre mejor ejemplo que citar la historia de Joe Paterno, Coach de Foot Ball de Penn State; puedes leer un trocito aquí, pero, en suma es: la mejor estadística de JoePa, no era juegos ganados, o marcadores finales, su mejor estadística era, y es; cantidad alumnos graduados, porque él era coach de foot ball y jamás dejó de ser Mai; ¿cuál es tu porcentaje de graduación?-

el mai

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