VIVIMOS EN LA ERA DE LOS DATOS

Yo se que todo, o casi todo, el conocimiento actual está, al menos superficialmente tratado, más o menos bien, en internet; también se que nuestros discípulos lo saben y que lo argumentan como excusa para no tener que aprender nada, o casi nada; y también se que esto es cierto... que no tiene caso memorizar datos que pueden ser encontrados en wikipedia, o en cualquier otro sitio subdesarrollado, como antes se los encontraba en el diccionario o en la enciclopedia.

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Sube la temperatura
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Y a veces ni siquiera hay que buscarlos, estamos inundados, asfixiados, saturados, permeados, tapiados, incrustados, forrados y rellenos de datos. Prende uno la tele y cualquier noticiario nos dice que la temperatura es 26.4 º C, así, con precisión de una décima de grado; yo no pongo en duda el poder de resolución de los termómetros modernos, aunque dudo que algunas televisoras hayan seleccionado sus termómetros en base a la tecnología o el poder de resolución de sus termistores; lo que digo es que el ser humano difícilmente distingue la diferencia en un grado de temperatura, y ciertamente no distingue un décimo de grado. 

La pregunta es: ¿de qué sirve el dato de temperatura con un decimal? ¿me tengo que apretar la bufanda con un fuerza adicional de un newton por cada décimo de grado que baja la temperatura? ¿me aflojo la corbata 5 mm por cada décimo de grado que sube?

Como la temperatura, así recibimos infinidad de datos altamente precisos y profundamente misteriosos para nuestras vidas pedestres y mortales: el índice Dow-Jones bajó 128.00 el viernes pasado; Rafa Máquez recibió una tarjeta amarilla en el minuto 74.22 del partido del Tri contra Jamaica. Ya nada es verdad, a menos que traiga varias decimales.

El problema no es la inmensidad de datos que nos rodean, o dónde buscarlos; el problema es cómo discriminar lo que es útil de lo que es lastre y, habiéndolo separado, hay que almacenarlo en alguna parte de la mente para poderlo recuperar cuando sea necesario. Pero aquí no acaba el asunto.

Suponiendo que uno tiene un sistema prodigioso de memoria, ahí están los datos relevantes, muy serios en su tarjetero mental con orejitas verdes ordenadas por asunto y en orden alfabético, y ¿ahora que? Si uno no sabe qué es el índice de capitalización de un banco, menos va uno a saber que lo recomendable es que no baje de 8 % y todavía menos se da uno cuenta de que BBVA anda en 16.06 %. 

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Todo está en la red
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Es cierto, tooooooodos los datos que existen, tarde o temprano estarán en internet, pero lo que uno necesita saber es qué significan esos datos, cómo se relacionan con otros tantos estupillones de datos que hay disponibles; cómo podrían afectar su vida, la de su familia o la de su negocio y, lo más importante: ¿qué puede uno hacer para evitar daños o para aprovechar las oportunidades que tales datos representan?

Ya hay datos, ya fueron seleccionados, reprocesados y convertidos en información y ahora ¿qué?. Entran en juego los conocimientos. Hay que interpretar la información; por muy bien presentada que esté, siempre se requerirá una o dos neuronas para entender qué significa y, sobre todo, cómo se realaciona con otra información disponible. Va un ejemplo:

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No me toquen ese vals
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El calentamiento global ha producido una nube mundial de datos, comentarios y amenazas. Hay decenas de sitios en la red con información desde científicamente fría hasta apocalípticamente desastrosa; todo parece indicar que el culpable es el CO2 y otros gases producidos por la quema de bosques, por la tala urbanizadora, por la industria y el transporte. Ahí está la información y los comentarios no faltan; sin embargo, faltan dos: nunca, o casi nunca escucharemos la cifra de CO2 producida durante la noche por la vegetación, incluyendo los extensísimos cultivos de alimentos, que resulta ser más grande que lo producido por toda la industria y el transporte juntos  durante la noche, y el otro comentario que falta es decirnos cómo sería la vida sin industria y sin transporte.

Si alguna vez has estado en un apagón prolongado, te darás una idea de lo que pasaría si dejáramos de usar nuestras elegantes SUVs, nuestro TiVo, el micro (no el microbus, sino el microondas); ahora agrégale que para comprar lechugas tendrías que ir (a pie) a donde las cultivan o cultivarlas en el roof garden de tu depa en Santa Fe o en San Pedrito; ¡ah! y nada de internet, celulitis ni ipods. 

¿Te imaginas un universo sin el Mail del mai? -sería horrible, pero, a ver, demuéstrame que este argumento es falso, a ver, a ver... porque yo no he oído a nadie hablar a favor de instalar nuevas plantas nucleoeléctricas por si el congreso de la desunión no aprueba la reforma a Pemex

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El secreto
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Esta es la fórmula que hay que dominar para acallar a los falsos profetas como el mai: hay que reunir datos relevantes y convertirlos en información, saber juntar la información y convertirla en conocimientos y saber resumir los conocimientos para convertirlos en sabiduría.

Y así, actuar con sabiduría

El mai.