anuncio: SE AMPLÍA DUDAS

El ser humano está alambrado para hacer preguntas, pero está construido para moverse sobre las respuestas. Necesitamos respuestas para todo; estamos dispuestos a perdonar cualquier ofensa, traición e infidelidad, pero nos mata la duda de si será cierto el último chisme que nos llegó o la última sospecha que nos asaltó.

Cuando una persona sufre de un dolor de cabeza que no se le quita ni con una buena dosis de Johnnie Walker, acude a su médico y, mientras llega el momento de verlo, se pregunta: ¿y si tengo un tumor?, ¿y si es maligno?, ¿pagué el mes pasado el seguro de gastos médicos?. Después de varios estudios, análisis, consultas referidas, y conciliábulos de médicos más misteriosos que la policía china, nuestro brujo-en-jefe nos cita para decirnos que no es un tumor. En ese instante nos asalta la siguiente pregunta: Entonces, "¿qué tengo, Dr.?"; y si nos dice "No sabemos", la cosa se pone peor, porque ahora, aparte del dolor, se nos amplía la duda.

La respuesta no fue satisfactoria, no cerró la duda anterior; no sólo la mantuvo abierta, sino que produjo peores dudas. Así es la medicina moderna: cada vez dispone de más dudas e incertidumbres. Antes nos moríamos de viejos, y ahora nos morimos de cuarenta posibilidades.

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La solidez de la respuesta
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Ante la pregunta: ¿por qué eres así? respondo: "Es que soy tauro", y la cosa queda zanjada mejor que con otra explicación. Ser Tauro es absurdo, pero es absoluto, es una razón firme como una roca que explica porqué soy necio, perdón, tesonero; peleonero, pichicato y con cara de pocos amigos. No queda la menor duda: soy Tauro.

Al ser humano le molestan las dudas; prefiere moverse siempre sobre el terreno de la certeza. Lo que decíamos en la gacetilla anterior: la gente prefiere creer una mentira popular, que una verdad impopular. Queremos respuestas, aunque sean malas o absurdas; no nos gustan las verdades que producen nuevas preguntas.

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Demasiadas preguntas
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En alguna de mis anteriores reencarnaciones tuve un jefe que ante cualquier problema señalaba que había que hacer un análisis a profundidad; por eso se ganó el apodo de Don Profundillo. Ser ejecutivo es hacer la pregunta correcta, dar las órdenes pertinentes y dejar de hacer preguntas que lo único que hacen es restarle seguridad a la gente porque son un signo de debilidad compartida y contagiosa.

El problema del mai, o de cualquier persona que supervise el trabajo de otros, es que al recibir una pregunta de algún discípulo o subalterno, le damos una respuesta que tal vez lo ponga sobre el terreno firme de las respuesta, porque confía en nosotros, pero le bloqueamos otras respuestas posibles y hasta algunas mejores. 

Quien recibe una respuesta absoluta y se la cree, deja de preguntar, deja de pensar de manera crítica y deja de aprender. El buen mai ayuda al discípulo a encontrar sus respuestas, a encontrar la verdad por descubrimiento y, sobre todo, lo ayuda a formular las preguntas adecuadas.

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La pregunta autónoma
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El discípulo un día va a salir del recinto escolar y va dejar de tener un mai que le responda y le resuelva sus dudas existenciales y de las otras; a partir de ese día tiene que formular sus propias preguntas y encontrar sus propias respuestas. Si quiere progresar en el mundo real, debe aprender a hacer las preguntas adecuadas.

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Google it!
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En el mundo actual, que ya no se llama Tierra, sino Googleplanete, ya no importa lo que sabemos, sino cómo pensamos; y ésto a su vez se refleja en si sabemos formular las preguntas adecuadas. Y aquí me asalta la pregunta: Si todos vamos guglear lo que ignoramos, ¿quién va a escribir las respuestas?, pero bueno, eso es tema de otra desvelada y de otra gacetilla.

La computadora, la Internet y la Wikipedia son unas inútiles, sólo saben dar respuestas.

¿Cómo se me ocurrirán tantas sandeces?
-es que soy tauro

El mai.