LA MADUREZ ES UNA ENFERMEDAD INCURABLE QUE NO MATA

Muchos, si no es que todos, de los errores que cometemos se los podemos achacar a la inmadurez, englobando en esta palabra varias causas que conducen a una conducta desde ligera, hasta irresponsable. A veces también se incluye la ignorancia y la falta de experiencia bajo la sombra de la inmadurez.

La inmadurez es una bestia de muchas cabezas y otras tantas colas que escapa a toda definición y, por eso, su contrario -la madurez- también es más resbalosa que una anguila enjabonada.

Te propongo que consideres la siguiente definición:

Madurez es salir de un lío, lo menos raspado posible,

y su corolario:

Madurez es no meterse en líos sin provecho, 

o su intersección:

Madurez es saber sacar el mayor beneficio de cualquier situación.


Antes de entrar al terreno de los jitomatazos, veamos el caso de Ronaldo, famoso panbolero del Manchester U, quien el pasado 8 de enero hizo muégano su Ferrari de 200 000 libras. Aquí se puede ver la foto del chiste y los detalles  en: http://www.manchestereveningnews.co.uk/news/s/1089275_ronaldo_in_car_smash

Nadie salió lastimado de este episodio y uno se pregunta, ¿por qué manejar un auto tan valioso a la velocidad necesaria para hacerlo muégano? ¿podría ser inmadurez?

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Eso no me va a pasar a mí nunca
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El ejemplo es obviamente un caso extremo, el problema es que en el piso de operaciones donde nos movemos casi todos los mortales, la historia se repite una y otra vez: el huerco que se toma unas chelas y se sube al coche, la chava que no sabe decir que no, el joven que prefiere pasar un examen copiando, tocando el acordeón o ahogando en saliva a su mai para convencerlo de que lo pase, el viejo que se come un asado de jabalí a pesar de los dolores de la artritis, y las historias siguen y siguen.

La madurez no viene con la edad, sino con la experiencia bien canalizada. Como en todo, no hay términos absolutos, no es que una noche uno se duerma siendo inmaduro y amanezca madurito. Uno va creciendo, va tomando riesgos y va aceptando responsabilidades; en el camino va uno cometiendo errores y logrando aciertos. En cada episodio bueno se goza y en cada fracaso se sufre.

Para madurar hay que capitalizar las razones de cada éxito y extirpar las razones de cada fracaso. Sin esta reflexión y sin un cambio paulatino debido a la aversión al dolor del fracaso, no se madura, simplemente se envejece.

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El partido es lo divertido, pero sólo cuenta el score final
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Llega un momento en la vida en el que ya no se detiene uno a medirle el agua a los tamales, sino que simplemente se perciben las señales de una situación y se decide de inmediato, sin vacilación, cuál es el curso que se va a seguir. 

Uno siempre percibe las señales de que algo no anda bien, uno siente que algo no nos late sin saber por qué. A pesar de esto, somos libres de decidir en un sentido u otro. Con frecuencia aparecen beneficios irresistibles y esto nos hace dudar. (aunque sigo sin entender qué beneficio pueda tener conducir un auto caro a alta velocidad, en un paso a desnivel angosto; ¿iría Ronaldo a esa velocidad con una dama para que se le cayeran los chones de miedo?) .

En ese momento la mente alimenta datos a la conciencia y se sopesan los costos y los beneficios de cada curso de acción posible, y aquí entra la primera etapa de la madurez: 

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Saber detectar las alternativas 
y medir sus consecuencias
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La inmadurez no nos deja ver los caminos, nos nubla la vista con pasiones, nos ancla la voluntad con principios mal concebidos (como el joven que se niega a decir quién le pasó el examen resuelto y prefiere reprobar o ser expulsado, antes que enfrentar la ignominia de ser un rajón, una rata y otros adjetivos peores: tiene sus valores trastocados)

La madurez nos permite ver caminos donde los demás ven piedras, nos deja ver amenazas y beneficios donde sólo se ven las sombras de la duda. Pero ahí no acaba todo, todavía falta saber escoger el camino correcto.

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Ahora hay que decidir
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Y ahí es donde entra la definición del inicio de la gacetilla: la madurez nos empuja a escoger el camino que nos trae el máximo beneficio con el mínimo cost .

No es que se nos haya implantado una hoja de cálculo entre los pliegues de la corteza cerebral, no, la mente hace sus cálculos de otra manera, tal vez se ayude en los negocios de la tal hoja de cálculo, pero al fin, siempre tomará una decisión sopesando con su inteligencia emocional los posibles daños o beneficios, contra el costo implícito.

La madurez nos hace ver el verdadero valor de las cosas, de los actos, y de las personas, pero no garantiza que nuestras decisiones sean correctas, sólo nos prepara para que sus consecuencias sean menos dolorosas o, al menos, tolerables.


He conocido capitanes de industria que prefieren tirar dinero, que aceptar que se equivocaron. Uno de ellos decía: "los principios cuestan" cuando se refería a que era preferible sobornar a un líder sindical, que conceder una petición laboral; aunque fuera más caro lo primero que la segunda. Todo es cuestión de enfoque.

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¿Se aplica esto a las emociones?
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¡Claro!, el ser humano tuvo emociones antes que tener negocios y en estos menesteres, entonces, como ahora, si las cosas van mal,  sufre menos quien menos invierte. de ahí se deriva otro principio general de la madurez:

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Sólo puedes confiar en alguien
que pierda lo mismo que tú 
... si las cosas van mal
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Por eso, en cuestiones sentimentales, hay que pensar (también) con el corazón, porque lo esencial es invisible para los ojos, -plagiado del Principito, lo del paréntesis es mío.

A final de cuentas, la suprema madurez es no meterse en líos.

Agradezco a LHV la sugerencia para esta gacetilla

el mai