ME GUSTAS TÚ Y TODO LO TUYO

Si te fijas, las relaciones humanas, los gustos y las opiniones políticas --y ni qué decir de las deportivas o las religiosas-- tienen algo en común: cuando conocemos a alguien o a algo, se da una sensación global a partir de la primera impresión.

Algunas personas sienten el magnetismo que emite su interlocutor, aunque sea alguien distante, como en un escenario o en una pantalla. Algo parecido pasa cuando una persona entra a un recinto ocupado por un grupo: se siente que algo flota en el ambiente, puede ser electrizante o cautivador, pero algo se percibe.

Si más adelante la relación falla y se reflexiona sobre el asunto, siempre resulta que tal o cual atributo de una persona pasó desapercibido o fue avasallado por la primera impresión y, entonces, nos echamos la culpa por no ver lo negativo desde un principio.

Sin embargo, esto no pasa por falta de atención, sino porque hay mecanismos psicológicos muy fuertes que afectan la percepción creando la impresión de que hay un alto grado de consistencia y precisión entre lo que nos gusta (percepción subjetiva) y lo que realmente es bueno (percepción objetiva).

Se puede decir que nuestra actitud (esta persona me gusta), lo que sabemos de ella (esta persona es alegre, y está centrada en sí misma), y nuestras creencias (creo que la gente alegre es divertida, pienso que las personas centradas en sí, son egoístas), son conceptos que se van dispersando de manera coherente y subyacen abajo de nuestra conducta.

Cuando nos gusta alguien, esto tiende a reforzar todos los constructos que tenemos que sean consistentes con esa actitud, así, cuando pensamos que una persona nos gusta, nos enfocamos en sus cualidades, como ser una persona alegre, en lugar de otros rasgos, como que esté centrada en sí mismo.

Las percepciones negativas, aunque sean reales y obvias para otros, son colocadas en el telón de fondo de la relación y, a veces, hasta son re-interpretadas para apoyar el juicio principal; así, cuando una persona nos gusta, no decimos que está centrada en ella, sino que está muy efocada en la tarea, o que trabaja mucho.

En suma: encontramos justificantes que van expandiendo la coherencia de nuestras ideas.

En el aula esto se va dando poco a poco conforme avanza el curso: si el Mai causa una buena primera impresión, o si su buena fama lo precede, el discípulo le va encontrando sentido a lo que aprende y cualidades a lo que el Mai hace.

Simétricamente: si un grupo le resulta antipático desde el primer día o si tiene fama de mata-Mais, el Mai no podrá apreciar que es un grupo unido y alegre, sino lo que verá serán pandilleros que no toman nada en serio.

Las actitudes cambian la fortaleza y rigidez de las creencias. Esto significa que la estructura de éstas cambia con el tiempo; como es un proceso muy lento, uno no se da cuenta de que la rigidez de nuestras  creencias va cambiando; el tipo de personas que nos gustaba de niños no siempre es igual al tipo de personas que nos gusta de adolescentes o ya de adultos, sin embargo, la experiencia nos hace creer que no hemos cambiado, que todo encaja perfecto en nuestra actitud, y que quienes han cambiado son los demás.

Si algo llega a cambiar la actitud, también va a cambiar la fortaleza de nuestras creencias; así, cuando una persona cae de nuestro gusto, le empezamos a ver defectos por todos lados.

Vida, honra y confianza, sólo se pierden una vez
De ahí que sea tan importante cuidar las actitudes: porque arrastran a las creencias, y muchas veces en forma irreversible; en la mente de cada persona la primera impresión, cierta o falsa, tiende a confirmar sus creencias y éstas serán reforzadas tanto por la realidad como por nuevas actitudes, siendo cada vez más y más difícil revertir la corriente.

Tomemos como ejemplo el fanatismo deportivo: si yo le voy al Barça, todo lo que hagan será bueno y todo lo que haga el Real Madrid será malo; si a mí me gustan las computadoras Apple, nada que haga Bill Gates y el lado oscuro del imperio me parecerá bueno, sin importar el precio de venta. Cuando hablamos de actitudes, hablamos de relativos temporales.

La coherencia es una virtud social
Saber que estamos alambrados para buscar la coherencia es bueno, porque la coherencia da la sensación de que lo que creemos está apoyado por nuestra actitud, aparentemente inconsciente. De esta manera cualquier decisión que tomemos emocionalmente, encontrará soporte y justificación en lo que ya creíamos desde antes.

Pero el estar a gusto con la decisión tomada por impulso, no necesariamente es haber hecho lo correcto; cuando se trata de las grandes decisiones, siempre es bueno poner en juego la razón junto a los sentimientos y equilibrar los conocimientos con las actitudes.

El hábito no hace al monje, pero lo anuncia
En particular, el Mai no se puede dar el lujo de tener actitudes de mecha corta; mucho menos debe adoptar actitud Rambo-tira-puertas el primer día de clases; las consecuencias pueden ser graves porque la reacción de un grupo es mayor y dura más que la suma de las reacciones individuales y el ciclo se realimenta a cada vuelta de mala-actitud-después-de-una-mala-respuesta-que-proviene-de-una-mala-actitud.

Hay que ser cuidadoso de que las cosas que sabemos, o sea, las interpretaciones de las realidades, sean consistentes con las actitudes que despiertan; cualquier sentimiento bueno resistirá el examen de la razón porque, después de todo, padie es nerfecto y uno puede apreciar, querer y amar a una persona, sin que nos guste absolutamente todo de ella.

el mai

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