LA VOLUNTAD SE NUTRE DE ESPERANZA


El problema de la falta de motivación nace de la falta de voluntad, y ésta depende de la ausencia de esperanza: quien no tenga esperanza, no tendrá voluntad. Es por esto que las situaciones desesperadas producen en un principio un deseo de salvación, de satisfacer urgentemente la falta de algo, pero si la situación no tiene solución posible, la voluntad se apaga y la lucha se acaba.

Sin embargo, cuando existe el menor rayo de esperanza, el ser humano es capaz de hacer los mayores sacrificios, de someterse a los mayores retos y de vencer obstáculos insalvables para otros... pero tiene que haber la esperanza de llegar a tener una mejor situación, para poder comprometer la voluntad y actuar.

Esa manera de ser la vemos por todos lados: en los emigrantes, en los inmigrantes, en los emprendedores, en los voluntarios de cualquier servicio, desde el coro de Santa Edwiges, hasta los bomberos forestales suicidas y desde el llanto inconsolable de un bebé, hasta en la mirada de cualquier adolescente enamorado(a).

La voluntad les da dirección, temple, creatividad, tenacidad, valor, recursos, audacia... todos los ingredientes necesarios para triunfar a como dé lugar en la misión que se han propuesto. Las preguntas son ¿cómo se selecciona una misión y cómo se prende la pasión para perseguirla hasta lograrla?

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La selección de la misión no es cuestión de valores
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No se trata de decidir entre el bien y el mal, no; eso es fácil. Lo difícil es decidir cuando todas las opciones se ven igual de atractivas. ¿entro a clase o me voy al jardín con ...; o mejor me voy a jugar, o a la cafetería? ¿compro este coche o el otro? ¿me voy de vacaciones a tal o cual parte? -todo es bueno, todo es agradable, bueno, casi todo.

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El futuro es más bonito cuanto más lejano está
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Y mientras más lejano, más fácil es imaginar grandes triunfos, enormes fortunas, castillos en el aire y viajes a los cuernos de la luna. Para eso no se necesita voluntad, basta pensarlo para creer que todo será mágicamente concedido... y a buen precio.

El asunto se complica cuando el horizonte es cercano: hoy, mañana, la semana que entra, este año, a lo sumo; porque entonces si nos entra la conciencia de que algo hay que hacer para lograrlo y, como por definición, el horizonte no se puede alcanzar, mientras más amplio sea, menos motivante es.

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Planear es difícil, especialmente cuando se trata del futuro
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Para activar la voluntad se necesita primero escoger el horizonte preferido; hay que decidir la dirección general en la que nos vamos a mover porque no se puede ir al mismo tiempo al Norte, al Sur, al Este y al Oeste. Entonces, primero es lo primero: hay que decidir cuál es la meta más importante en el horizonte; aquello que tiene que suceder sin excusa ni pretexto.

Sin son varias metas, hay que fijarse que sean congruentes, que no sean mutuamente excluyentes, que haya suficientes recursos par ambas, que haya tiempo para perseguirlas y tiempo para disfrutarlas.

Si yo quisiera ser gimnasta olímpico y, al mismo tiempo quiero estudiar microbiología molecular, pues, no es imposible, pero sí es muy difícil de compaginar los tiempos necesarios para prácticas y estudio o laboratorio; tengo que escoger cuál es mi prioridad y acomodar los tiempos en función a ésta. Las demás metas irán ocupando lugares inferiores hasta llegar a las inalcanzables. Para ellas no hay esperanza.

Ahora hay que encender la pasión, porque la misión es algo racional o se puede racionalizar, pero la pasión es algo emotivo, tal vez contagioso; es un combustible que entra a los motores cuando la voluntad desfallece, cuando el fracaso agota. Es la fuerza del "tengo que poder".

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¡Tanto qué hacer y tan poco tiempo!
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Ante tantas oportunidades, uno puede apasionarse con todas... y con ninguna; de cualquier manera, la pasión debe ser consistente con la realidad; es decir, la mayor cantidad de pasión debe engancharse con la misión de alta prioridad porque, si no van de la mano no sólo se desperdicia la pasión, sino que la misión no se cumple.



Hay quien nace con las baterías puestas, ya hay quien se da cuerda solo; ¿de qué depende que algo nos apasione y lo demás sea rutina sobre aburrimiento? ¿cómo podemos lograr que todo lo que hacemos nos apasione?

La respuesta es: teniendo una misión en la vida y dividiéndola en metas, objetivos y tareas de tal manera que todas las actividades empujen en la misma dirección; así, capa pequeño logro, cada pequeño paso que se cumpla, genera una sensación de logro, de propósito y de recompensa interna.

Para algunas personas esa misión global será mística, para otras será práctica, deportiva, educativa, artística, monetaria, existencial, familiar, en fin, de cualquier tipo, lo importante es que sea una guía de vida, que tenga un alcance que englobe y le de sentido a la vida cotidiana, porque vivir por vivir, un día igual que el anterior, caer en rutinas sin sentido, lo único que produce es hastío, y esa no es vida, al menos, no es vida civilizada, tal vez será vegetativa.

Aquí el mai juega un papel muy importante: es al despertar de la juventud que los seres humanos nos formulamos las primeras preguntas existenciales y ahí es donde el mai debe apoyar a los padres de familia. Debemos ser el telescopio que les ayude a ver ltodas as tierras prometidas posibles, debemos decirles dónde encontrar los mapas del territorio que hay que recorrer para llegar y debemos poner la chispa en la lámpara que les ilumine sus pasos.

El mai.