PERICO ADULTO SÍ APRENDE PALABRA NUEVA


Me gusta leer historia, y a mucha gente también le gusta el chisme. Tengo algunas cajas con libros repletos de hechos, fechas, causas y consecuencias; ahí están "Los Hemings de Monticello" con todos los detalles mórbidos de Sally, la amante esclava de Thomas Jefferson; "Castillo de Naipes" acerca de la caída de la financiera Bear Sterns, sí, esa que disparó la reciente crisis financiera mundial; tengo "Titan", con la biografía de John D. Rockefeller Sr. y la biografía monumental (896 páginas) de Pancho Villa -buenísisma por cierto- si te gusta leer versiones políticamente incorrectas.

El problema es que, a pesar de haberlos disfrutado mucho, no me acuerdo de nada. Claro que puedo evocar los puntos principales, pero, ¿y el resto de todo lo que subrayé, lo que marqué con amarillo y con orejas de perro? ¡sepa!

Es molesto, pero no es raro que el cerebro, después de la adolescencia, comience a olvidar más rápidamente que lo que memoriza. Por contraste, la capacidad de entender, comprender y sintetizar nuevos conceptos se va facilitando con la madurez y la memoria se va especializando; yo, por ejemplo nunca olvido una cara y jamás olvido un nombre... el problema es que nunca coinciden.

Si esto es cierto, la cuestión es si el cerebro adulto puede aprender y luego recordar lo que aprendió o, más precisamente: ¿Vale la pena cursar más de 60 materias universitarias, si una fracción elevada va a ser olvidada en el corto plazo?

Pues, a pesar de que las respuestas obvias son: no y no, las investigaciones más recientes sugieren que son: sí y sí, porque lo que parece haber sido olvidado, sólo se ha escurrido, metafóricamente, entre los pliegues del cerebro.

Una explicación más científica ha sido planteada por la mai Deborah M. Burke, psicóloga de Pomona College, en California, diciendo que las neuronas que arman un recuerdo pasivo no han sido destruidas, sino que las conexiones neuronales sólo han sido debilitadas por falta de uso y por la edad, pero que, con un pequeño estímulo, se restablecen inmediatamente.

Como cuando una palabra en una conversación nos hace recordar un chiste aparentemente ya olvidado, o cuando vemos una cara en una película vieja y no podemos recordar el nombre del actor y, sin embargo, el sonido de la primera letra de su nombre nos hace evocar inmediatamente no sólo esto, sino su biografía completa. Esto también sucede a la inversa, cuando vemos una cara fuera de su contexto original, sabemos que conocemos a la persona, pero no recordamos ni su nombre ni de dónde la conocemos.

¡Ah si el joven supiera y el viejo pudiera...!
La buena noticia es que el cerebro, al ir madurando, también va mejorando en su capacidad para reconocer la idea central de una situación compleja; si se le mantiene en buenas condiciones y se le ejercita, puede seguir construyendo sus estructuras y ayudar a su dueño a reconocer patrones (coligar experiencias) y, en consecuencia, ver significados y hasta soluciones, mucho más rápido que una mente juvenil.

La clave es encontrar la manera de mantener las conexiones en buen estado y poder construir nuevas.

Según Kathleen Taylor, una mai del St. Mary's College de California, el cerebro es plástico y continúa desarrollándose, no creciendo en tamaño, sino estableciendo nuevas y más complejas relaciones y comprensión más profunda; Los adultos, dice la Dra., no memorizamos fácilmente, pero estamos mejor preparados para el siguiente paso en el desarrollo.

Y esto, ¿cómo se logra?

Para ejercitar las neuronas en la dirección correcta, hay que cuestionar los conceptos que se han ido acumulado desde la juventud, esto es: hay que producir desequilibrio cognitivo (según los gogos), pensar afuera de la caja (según los gurus), o ser empáticos (según los psychos).

En palabras llanas: hay que retar los conceptos, las ideas, las verdades aceptadas para ejercitar el cerebro, reforzar las conexiones neuronales y establecer nuevas relaciones entre ellas. El cerebro del joven adolescente ya está prácticamente completo; funciona perfecto a pesar de los lastres que acompañan a esa edad. pero, ¿qué pasa cuando supera esa etapa? ¿Cómo se educa al adulto joven si ya todo está bien conectado?

El Mai (con mayúscula, o sea: tú) y los padres, tienen que agitar las sinapsis confrontando al sujeto con ideas que sean contrarias a las establecidas. Por eso en esa etapa de la vida las ideas "revolucionarias" son tan aceptadas por los jóvenes. Por eso exigen no ser tratados como niños, porque ya no se les puede inculcar hechos o información "porque sí", sino que todo se tiene que explicar, razonar y fundamentar.

En el aula, el Mai tiene que provocar que el joven confronte ideas y personas opuestas; por ejemplo, en clase de historia, conviene leer dos o tres autores con puntos de vista opuestos. En el nivel profesional el Mai tiene que presentar puntos de vista diferentes sobre un mismo problema o, mejor aún, tiene que hacer que sus discípulos descubran diferentes perspectivas; en el posgrado se tiene que lograr que formulen diferentes hipótesis de investigación y así sucesivamente.

El cerebro tiene lugar para la información, es cierto, debemos saber muchas cosas, pero el joven adulto tiene que avanzar más allá de la memorización si quiere seguir siendo útil cuando empiece a olvidar qué desayunó. Tiene que aprender a cambiar la manera que percibe al mundo que lo rodea. Si uno sólo se rodea de quienes opinan igual, que leen lo mismo y que están de acuerdo todos con todos, no hay manera de ejercitar las sinapsis; hay que discutir, argumentar, convencer o ser convencido, tener convicciones y saber defenderlas.

Hay que romper el cascarón cognitivo y revolver el huevo mental

Esos ejercicios son precisamente lo que los científicos llaman "sacudir la neurona" Se tiene uno que salir de la zona de confort y plantear nuevos retos mentales; desde aprender otro idioma, hasta tomar un camino diferente para ir a casa; desde escuchar otra música y leer otros libros, hasta escuchar discursos opiniones y entrevistas de quienes piensan diferente a uno.

En suma, hay que plantear(se) dilemas desorientadores, es decir: si uno tiene ideas fijas, de esas de las que uno está plenamente convencido, hay que preguntarse ¿y si no fuera cierto? ¿podría ser de otra manera? para estimular la aparición de nuevas conexiones y, por lo tanto, nuevo aprendizaje.

En este momento se puede decir con 99.5 % de confianza que todos los hechos se pueden encontrar con Google, lo importante es saber para qué sirven y cómo aplicarlos en la solución de un problema concreto, de la misma manera que el 100% de las palabras están en el diccionario, pero todavía hay que saber acomodarlas para escribir un poema.

el mai