MENTE-MÁTICAS


Muchos infantes no pueden contar hasta su edad cuando entran a Pre-escolar y, desde luego, muchos comienzan su educación en la parte baja de la curva de distribución normal; sin embargo hay algunos que, aún partiendo desde atrás, en poco tiempo pueden contar hasta siete y más; que hacen sumas y restas elementales, y algunos hasta ilustran el concepto de cardinalidad completando los cubiertos de una mesa dibujada sobre cartulina con platos, cucharas y vasos de plástico.

"Mira, pones un mantel aquí, la cuchara allá y el tenedor que falta lo pones más allá, y lo demás sobra; ¿ves?" -hasta lo instruyen a uno.

Durante todo el siglo pasado los pedagogos y los psicólogos educativos creían que los niños no podían  aprender matemáticas antes de tener cinco años, porque sus cerebros (los de los científicos, desde luego) simplemente no estaban listos. ¿Te has fijado cuántas personas escogen su carrera preguntando si llevan matemáticas?

Sin embargo, las investigaciones más recientes han volteado de cabeza este concepto y otros relativos a la geometría, la lectura, el lenguaje y el autocontrol en clase. Los hallazgos más modernos de la Neurociencia han aclarado cuándo el cerebro del infante está listo para capturar conceptos fundamentales.

Un estudio encontró que la mayoría de los párvulos podían ejecutar divisiones rudimentarias distribuyendo dulces entre dos o tres animales de juguete. Otro demostró que la habilidad para sintetizar sonidos a partir de combinaciones de símbolos no se desarrolla por completo antes de los 11 (Si lo dudas trata de pronunciar el símbolo "E", en tres idiomas, Catalán, Castellano e Inglés, y verás que la síntesis del sonido que emites no es un concepto absoluto, como 2+2=4, sino relativo a quién te enseñó a memorizarlo y cuándo lo aprendiste).

La enseñanza de las habilidades fundamentales basada en tradición y suposiciones está siendo substituida por métodos basados en la neurociencia (Nada que ver con la pnl, por favor). Varias escuelas están experimentando estas técnicas y algunos terapistas del lenguaje las están usando para tratar la dislexia. En muchos lugares se está impulsando el desarrollo del lóbulo frontal de los infantes para mejorar el autocontrol en clase.

Según Kurt Fischer, director del Programa de Mente, Cerebro y Educación de Harvard, "La enseñanza es una actividad antiquísima y no tenemos la menor idea de cómo pudo haber sido afectada la evolución del cerebro, pero esto está cambiando y, por primera vez, estamos viendo trabajar juntos los campos de la neurociencia y de la educación"

Esta nueva relación es extraña, implica enseñar matemática abstracta antes de aprender a contar, y hay ejemplos aun más raros que evidencias sólidas alrededor de los nuevos productos "basados en el cerebro", sin embargo ya hay registros documentales de niños que ahora son adultos; cuando éstas técnicas se difundan más, seguramente las veremos con normalidad.

Más allá del Conde Contar

En el aula típica de preescolar, los infantes hacen poco con las matemáticas; puede que practiquen contando objetos o viendo algún libro de números, pero eso es todo. Pocos mais y padres de familia dedican algo más que unos cuantos minutos a la instrucción matemática, mucho menos de lo que los pupilos pueden manejar y ni remotamente cercano a lo que van necesitar más adelante.

Una vez retrasado el inicio, es muy difícil recuperar el tiempo perdido; en cuanto el infante se tropieza con problemas que no comprende, se dice así mismo, y se convence, de que no es bueno para las mate, y de que no "se le dan" los números. Su mai lo repite, la escuela lo repite, sus padres, además de repetirlo, lo disculpan diciendo que ellos tampoco eran buenos para las mate y, así, todo mundo está de acuerdo.

¿Cuántos son?
Pat Andzel, una mai de preescolar que aplica las nuevas técnicas, le dedica igual tiempo a las letras que a los números y ambos los practica conceptualmente; por ejemplo, les muestra a sus discípulos una tarjeta con el símbolo "7" y los hace brincar contando, o les pide que toquen su nariz siete veces o que cuenten los objetos en un cartelón y luego les pregunta ¿cuántos son? o les hace empatar objetos de conjuntos diferentes como platos y tazas, siempre preguntado lo mismo: ¿cuántos son? para impulsar la idea crucial de que la respuesta es el último número que contaron.

Los conceptos abstractos de símbolos, cardinalidad, conjuntos equivalentes y la operación de restar no son definiciones memorizadas, sino habilidades desarrollables del pensamiento infantil. A edad preescolar los moconetes pueden distinguir la diferencia entre un objeto y dos, y entre dos y tres (simplemente muéstrale a un infante un platito con una golosina, otro con dos y otro con tres y pregúntale cuál prefiere).


A esta edad ya luchan para manejar tres conceptos fundamentales: la cantidad de objetos (*** *** *), el símbolo (7) y la palabra (siete) que los describe; los ejercicios de la mai Andzel son para fundir la trinidad numérica, que es crucial para entender que contar es un mecanismo y que los resultados representan realidades. Una cosa es aprender que 8 es 2 por 4, y otra es entender que 8 dulces son el doble que 4 ó que 8 pasos es el doble de distancia que 4.

El instinto numérico
Otra mai, Lara Lazo, pone otro ejercicio diciendo: "Prepárense para tomar una foto"; todos se ponen las manos al rededor de los ojos simulando una cámara; ella saca un plato de cartón con tres puntos grandes y lo cubre rápidamente diciendo "¿Cuántos son?"

A gritos, unos responden ¡tres! y otros ¡cuatro!; "OK", dice ella, "va de nuevo" y vuelve a empezar con otro plato y diferente número de puntos. La idea es de que reconozcan la cantidad sin contar los puntos. Esta capacidad de reconocer cantidades, aunque no se pueda contarlas ni expresarlas con símbolos o palabras, está implantada en el cerebro de muchos seres, aún en las culturas humanas más remotas y sin educación matemática formal, y ha sido demostrado por biólogos, zoólogos y antropólogos.

Estudios recientes de imágenes dinámicas del cerebro (PET, por ejemplo) revelan que el área llamada Sulcus Intraparietal, que está dos centímetros arriba de la oreja, se activa cuando el cerebro está evaluando cantidades. En esta zona hay un conjunto de neuronas que son sensibles a la vista de cantidades específicas; unas se "prenden" vigorosamente ante la vista de cinco, y menos ante seis  o cuatro objetos, y nada ante la imagen de dos o de nueve; otras responden a la vista de otras cantidades y así sucesivamente.

Cuando la persona se sumerge en una clase o un ejercicio, estas regiones se comunican con otras áreas del lóbulo frontal, donde se lleva a cabo las funciones de pensamiento crítico y planeación. Según Stanislas Dehaene del Colegio de Francia en París, el disparo de las neuronas numéricas se vuelve poco a poco más selectivo de cantidades específicas, y estas células comienzan a comunicarse con las zonas del lenguaje ligando las cantidades abstractas, con las palabras concretas "dos", "cinco" o "diez".

Lo mismo pasa en la mente del niño cuando empieza a asociar el símbolo de una letra con un sonido adquirido a través del oído. Los científicos de la U de Holanda en Maastrich han establecido que el cerebro no funde por completo los símbolos con los sonidos sino hasta la edad de 11 años. Un infante expuesto a dos idiomas y hasta dos sistemas de escritura diferentes puede desarrollar el dominio impecable de ambos, siempre y cuando los aprenda antes de esa edad.

Explícame el 5
En mate no hay trampa, el infante sabe que cinco es más que tres, o no lo sabe; o pone los símbolos en el orden correcto para representar una cantidad, o no los pone; no hay interpretación posible, no hay diferentes teorías ni corrientes de pensamiento. Los resultados de pruebas de suma y resta a 400 grupos de Kinder demuestran que los infantes expuestos a este nuevo programa alcanzan escores en el percentil 76 comparados con niños no expuestos a este método que alcanzan sólo el percentil 50, que es considerado como "normal".

Un año después del Kinder, los primeros conservan un promedio en el percentil 71. El problema es que estas técnicas no están disponibles en todas las escuelas, hay pocos mais que las entiendan o las apliquen y no hay programas educativos superiores que les den seguimiento.

Falta mucho para convencer al sistema y a la cultura de que NO hay ni dotes ni taras matemáticas genéticas generalizadas, como tampoco las hay linguísticas; y aún falta más para convencernos de que las mate pueden ser aprendidas a temprana edad, mucho antes de que nos convenzan de que no somos buenos para los números.

Y ya de remate, una palabra de precaución: no hay que arruinarle la infancia a los moconetes con clases extras, tutores especiales, presiones de alto rendimiento académico, y alta competitividad escolar. Lo que esta gacetilla dice es que se debe equilibrar el aprendizaje de las matemáticas con el del lenguaje, que ambos son necesarios e importantes, y que hay que aprender jugando con la mejor Mai: mamá y el mejor Mai: papá.

el mai