EL PROGRESO TIENE MALA FAMA

Imre Madach fue un escritor perfectamente desconocido que vivió durante la primera mitad del siglo XIX. Escribió una obra de teatro, llamada "La Tragedia del Hombre" (entiéndase: el ser humano, no el hombre casado) que se encuentra publicada como libro, y que rara vez ha sido puesta en escena fuera de Hungría, seguramente porque el lector se ve retratado de una manera que a nadie le gusta.

El drama en verso publicado en 1861 relata las experiencias de Adán, recién expulsado del Paraíso por lo que ya sabemos qué hizo con Eva, que renuncia a -ios y resuelve reconstruir el Edén, a su imagen y semejanza, con su propio esfuerzo.

Dice Adán: "Yo soy mi -ios, lo que sea que yo haga es mío; esta es mi fuerza y mi orgullo".

En la obra, el diablo le da a Adán la oportunidad de ver el futuro y lo que llegará a obtener con su trabajo. Comienza observando al antiguo Egipto y viaja a  través de 11 escenas que terminan con el ocaso de la humanidad aproximándose a una edad glacial que acabará con ella. El tipo en verdad era un visionario, mas no un climatólogo.

Adán se regocija con las Pirámides hasta que descubre que fueron construidas a costa de la miseria de los esclavos y las deja atrás para irse a vivir en la democracia griega. Cuando los atenienses condenan a muerte a Sócrates por obligarlos a pensar, emigra en busca de una vida más placentera, que no le haga daño a nadie, y encuentra el hedonismo en Roma; también se harta y pasa de visita a la época de las cruzadas donde experimenta el honor caballeresco. la disciplina monástica y casi pierde la razón al no poder entender por qué el hombre lucha en nombre de sus dioses, aplasta a sus disidentes,  mientras todos claman ser los elegidos del único verdadero.

Así, poco a poco, se le van desmoronando los principios: reemplaza la cortesía y elegancia hipócrita de los imperios del siglo XVII con los derechos humanos de la Revolución Francesa, pero cuando la igualdad se torna terror al mando de Robespierre, Adán se abraza a la libertad individual, que luego se le corrompe con la codicia durante el colonialismo inglés bajo el reinado del Rey Jorge.

En ese momento tiene visiones del futuro utópico-científico donde ve a Miguel Ángel tallando patas de sillas y a Platón arreando vacas porque en esa visión el arte y la filosofía no tienen cabida ni utilidad. Al final, Adán se encuentra con un ser humano salvaje que no tiene más principio que la violencia; Adán se torna suicida y le ruega a lucifer: "Ya no quiero ver más de mi destino infame o de mi lucha inútil".

Las cosas no están tan mal como las pintó Madach, pero cuando uno las lee en un texto de hace 150 años, no deja ser sorprendente la clarvidencia del autor. En una de las últimas escenas habla del hombre en el espacio sideral, de la paulatina caída en un sopor colectivo a base de drogas y el retorno al poder absoluto de los partidos políticos que, como las familias reales del siglo XVIII , se reparten la justicia y la riqueza.

Lo que Adán busca en la obra de Madach es el progreso hacia un estado utópico superior, pero la idea de "progreso" en la actualidad se ha devaluado, se ha angostado hasta significar sólo conceptos económicos y tecnológicos; mientras, la moral y los valores sociales están haciendo agua o, dependiendo del periódico que uno lea, se están hundiendo en la decadencia y la barbarie.

A la izquierda de la política, el "progreso" es lo peor cuando lo obtiene la empresa privada, y lo "progresista" es lo máximo cuando incluye pan y circo para el proletariado.

Mas no siempre fue así. Aunque desde hace mucho haya habido tensión entre la búsqueda del bienestar en esta vida y la esperanza de obtenerlo en la que sigue (Ver "Ética Protestante" de Max Weber), los optimistas de la época de la Ilustración llegaron a pensar que la gran masa de la humanidad podría llegar a tener una buena vida aquí en la tierra y, al igual que el Adán de Madach, estaban llenos de ideas sobre cómo construir un mundo mejor.

Unos pensaban que -ios iba a fundar una nueva Jerusalem, otros se asomaron a las teorías de la Evolución para trazar el camino genético hacia la perfección, los de más allá pensaron que la gente progresaría si sólo se les dejaba libertad (por cierto: no hay una sola guerra que no busque "la libertad"), otros fueron forzados a ser libres, o sea que fueron liberados de sus opresores anteriores por sus nuevos opresores. Unos creyeron en el nacionalismo y otros en acabar con las naciones a base de construir imperios unificadores de la raza pura.

Unos han buscado el estado ideal por medio de la purificación del lenguaje o, más bien, mediante la abolición de los dialectos y la imposición de nuevos idiomas; o impulsaron la educación universal sobre una sola doctrina; se ha promovido la ciencia del estado, el comercio, la libertad sexual, las leyes de protección total o la anarquía absoluta. Todo mundo tiene la idea perfecta para alcanzar el estado perfecto; la cuestión ya no es si se puede progresar, sino cómo y hacia adónde.

La idea de progreso es como el telón de fondo de la sociedad: cada quien traza una pincelada y ningún matiz la domina. En este momento, donde la economía rige, el telón de fondo de nuestro escenario es del color de los billetes: las ganancias de uno forzosamente son iguales a las pérdidas de otros y hemos llegado a un estado de equilibrio que, sin ser el final, es indiferente.

Si la conducta humana no puede ser reformada, puesto que llevamos más de 6 000 años de historia escrita sin lograrlo, las reglas -vengan de donde vengan- no pueden aspirar más que a mantener enjaulado al mono interior, y esto lo comprobamos, por ejemplo, cuando una persona accede al poder monetario, político, o popular, porque cambia su forma de ser tan radicalmente, que a veces ya ni se le puede reconocer.

En principio, la especie humana es la única que puede evolucionar más allá del aspecto físico, hacia conceptos ideales, como la equidad o la libertad, pero para eso es necesario no perder la fe en el progreso y por eso es importante reflexionar cómo se puede restaurar.

Una forma de verlo es considerar que el progreso hacia lo ideal no se da en lo material, sino en lo intelectual, y esto se llama formación integral. Aquí es donde entra en escena el trabajo del Mai (con mayúsculas, o sea: ).

Si bien es cierto que en lo material las ganancias de uno son las pérdidas de otro, en lo intelectual eso no es cierto: la educación es una fuente inagotable, cualquier conocimiento se puede difundir una y otra vez sin que se agote la fuente; la educación supera tanto al Mai, como al discípulo. Al Mai lo ennoblece y al discípulo lo arranca de la jaula del mono indomable que lleva adentro.

Si las reglas son la jaula, la formación es la rienda. No podemos dejar de tener un cerebro límbico, pero sí podemos cultivar al neocórtex para que lo superior domine a lo instintivo; eso es la formación integral.

¿Cómo?
Es bueno progresar, pero es mejor si todos los que nos rodean progresan al mismo tiempo. Ese es tu papel, Mai, ejercer la presión intelectual dentro de tu esfera de influencia, dejar tus ideas en cientos o miles de jóvenes que te escuchen. No importa si alguna semilla se pierde, siembra diez o cien más... la educación no se gasta.

La tragedia de Adán (de ahí el título de la obra) es que, en su viaje por la historia futura de la humanidad, él va viendo cómo el progreso material se hace a expensas del declive espiritual, cómo el ser humano va perdiendo su capacidad de sorpresa y va asignando a la tecnología japonesa los milagros que antes colocaba en el estante de la magia o al nicho de lo sobrenatural.

Sólo tú, Mai, padre de familia, puedes sacar a tu discípulo del culto a la realidad virtual, convenciéndolo de que no es magia, revelación o acto de fe, sino tecnología inventada por seres humanos que aplican su intelecto a lo material.

Y ya de remate: la conducta del ser humano nunca ha sido regulada por las leyes, las costumbres o los tabús; el ser humano siempre ha encontrado la manera, las razones y los pretextos para romper las reglas. La conducta sólo se regula de adentro hacia afuera, del intelecto hacia la voluntad y de ahí a los actos.

Entonces ¿qué nos hace progresar, el intelecto o lo material?

el mai.

REFERENCIA: todas las ilustraciones originales para la obra de teatro se encuentran en: http://www.hung-art.hu/frames-e.html?/english/z/zichy/muvek/madach/index.html