LA RELEVANCIA DE LOS ESTUDIOS

Hay una universidad en el estado de Maine, USA, que se anuncia como "La casa del empleo garantizado" se llama Thomas College y ofrece las mismas carreras que el resto del mundo académico: contabilidad, administración, mercadotecnia, educación e informática, cada una con sus pelajes particulares.

La diferencia con otras universidades es que presume que el 94% de sus egresados recibirán al menos una oferta de empleo antes de 90 días después de graduarse. De no ser así, la escuela pagará hasta un año de las mensualidades de su crédito estudiantil, o los inscribirá gratis en algún posgrado para mejorar su perfil laboral. Hay ciertas condiciones, desde luego, pero, ¿cuántas universidades están tan seguras de la calidad de sus egresados? y, la mejor pregunta: ¿qué contienen sus programas como para hacer una apuesta de este tamaño?

Ante la crisis del desempleo, otras universidades están eliminando sus carreras de filosofía, letras clásicas y similares por falta de matrícula y las demás están ajustando sus planes de estudio para colocar la lectura de textos clásicos, como  "La muerte de un vendedor" (obra de teatro de Arthur Miller, lectura indispensable para explorar la causalidad de nuestros actos a largo plazo), junto a materias tan prácticas, como: "redacción del currículo de vida"; "redes locales de cómputo",  y "cómo conducirse en una entrevista de trabajo".

La presión social sobre las instituciones aumenta, pero ¿es la universidad la única responsable del empleo de un egresado? Creo que no.

Desde luego que el contenido de un plan de estudios tiene que estar acorde con las necesidades futuras del mercado laboral y esto, a su vez, depende de la investigación del perfil del mercado laboral que haga la institución, pero no es ahí donde se decide si un egresado consigue un medio de ingreso o su grado de éxito en la vida porque el currículo no toma en cuenta el empeño (esfuerzo invertido) o el desempeño (resultados obtenidos) por el alumno.

El filtro de la competencia
Cada empresa decidirá si selecciona especialistas o todólogos; con buenas notas escolares o sin ellas, con dos hemisferios cerebrales izquierdos (o derechos, no importa, cada quien decidirá) o si basta que tenga pulso y una mirada casi humana; porque lo que busca es profesionistas y profesionales competentes; gente que sepa lo que hace, que lo haga bien y que actúe bien.

Cada vez con más frecuencia se habla del desempleo profesional; egresados con tremendo pergamino que no encuentran un empleo decente y que se quejan de que lo que enseña la escuela no sirve en la vida real. ¿Realmente sirve de algo un título?

El filtro de las notas
Con diploma o no, de todas maneras las empresas desconfían de las notas escolares porque todo mundo sabe que no es lo mismo "saber", que "pasar" y así, todo recluta pasa por adiestramiento, capacitación, entrenamiento, coaching, mentoring, tutoring, training y otros episodios de adoctrinamiento.

En la práctica es imposible que un programa de estudios abarque todos los temas que necesitan todas las empresas y que el alumno, en escasos nueve períodos escolares, aprenda todo lo que hay sobre dichos temas, más lo que se vaya desarrollando mientras él estudia lo anterior.

Las notas son un indicador de que el estudiante sabe resolver exámenes e, indirectamente, son una fotografía de lo que recordó de un curso de 56 horas; a la empresa esto le sirve de poco, lo que necesita es contratar una persona que solucione los problemas de hoy y que prevenga los de mañana.

El filtro de la vocación
En 1971, una encuesta de 400 000 estudiantes descubrió que el 73 % buscaba una educación superior para "Obtener una filosofía significativa de la vida" y sólo el 37% (no suma 100 % por los traslapes) esperaba "Obtener mejores ingresos".

En 2009 los valores se invirtieron: el 78% tiene el dinero como meta y el 48% busca una filosofía de vida. El cambio en la motivación llevó a un cambio en el plan de estudios. En los 40 y 50 había que ser abogado, médico o ingeniero civil para ser considerado semi-dios; hoy hay cientos de variedades de administradores, docenas de especies de médicos y todos los demás caemos en la categoría de "licenciados".

Y aun con profunda especialización, es difícil encontrar un empleo acorde con el esfuerzo educativo invertido.

La inflación de títulos
Como la especialización directa estaba angostando el camino hacia la supervivencia laboral, las universidades inventaron los grados; así, en la primera etapa, la universidad produce licenciados; éstos cursan especialidades en función de las demandas del momento, luego cursan un posgrado en lo que promete ser el campo más solicitado del año que entra y, si de plano no le atinan, siempre queda el recurso de llevar un buen doctorado en algún área lateral que permita cambiar de rumbo o, al menos, que deje anteponer "Dr" al nombre del sujeto en su tarjeta de visita. Esto impresiona hasta a la recepcionista más pintada.

Lo de hoy
La proliferación y pulverización de las especialidades también se debe a presiones del medio. Hoy se antepone "bio" a muchas carreras porque el medio ambiente es un tema actual, no sólo en la ecología, sino en todas las ciencias; por ejemplo, en Derecho se habla de bioética; en Sistemas computacionales, de biometría; en Ingeniería Química, de biocombustibles, en Medicina de biología molecular, y así sucesivamente; lo "bio" es "in".

Otra presión contemporánea proviene de la globalización; las carreras del futuro deben incorporar palabras o contenidos que indiquen lo exótico de los estudios. De esta manera, un plan de estudio internacional debe ofrecer idiomas aparte del Inglés, como Chino y Árabe; o materias como Nomenclatura Internacional de Comercio, Mercados de Divisas o Normatividad Internacional.

Hoy, ninguna escuela de negocios puede prescindir de un curso de emprendedores y algunas hasta consiguen inversionistas de riesgo para financiar por concurso los proyectos escolares.

En este afán, no faltan experimentos curriculares como "Ingeniería Financiera de la Empresa de Interés social"; las hay que sólo promueven al emprendedor de alta tecnología o que sólo apoyan a empresas basadas en internet.


Competencias genéricas
Lo que se busca en un profesionista va más allá de la suma de conocimientos específicos de su área, eso ni se discute; lo que se necesita, además, para que se abra camino y progrese, son competencias como saber discutir y ganar un razonamiento, cómo convencer, cómo tomar decisiones certeras, cómo mantenerse al frente del aprendizaje continuo, ser analítico, obtener información y validarla, o cómo guiar el trabajo de otros aun no siendo su líder formal.

Eso no se enseña casi en ninguna parte y, sin embargo, imperceptiblemente se aprende de los Mais (con mayúscula) a través de su ejemplo y de su guía. El problema es que ni nos damos cuenta de lo que hacemos, ni tiene un impacto inmediato en el desempeño o en el historial del cazador de empleos, pero es lo que la empresa necesita y busca para su desarrollo a largo plazo.

¿Dónde me inscribo a ese curso?
La Asociación Americana de Colegios y Universidades recientemente condujo una encuesta que reveló que los grandes buscadores de talentos,aquellos que contratan al 25% de los egresados universitarios, no buscan especialistas; el 89% de estas empresas busca "habilidad para comunicarse de forma verbal y escrita"; el 81% busca personal con "pensamiento crítico y habilidades analíticas" y el 70% necesita personal "capaz de innovar y ser creativo".


La cruda realidad es que no importa qué carrera escoja el joven, de todas maneras tiene que saber leer y escribir, me refiero a lectura de comprensión, retención y análisis de textos, y a saber armar frases coherentes que tengan sujeto, verbo, complemento directo y complemento indirecto. No es raro oír a entrevistadores muy duchos preguntando sobre asuntos aparentemente desconectados con el puesto en juego, mientras que lo que realmente están evaluando es la fluidez y estructura del lenguaje del entrevistado.

Las crisis acentúan esto; mientras más escasa es la oferta de empleo, más exigentes se tornan los empleadores porque tienen más requisitos para el puesto, menos margen de error y más límites en su presupuesto; y en épocas de auge la competencia por los mejores salarios aumenta; total que siempre sobrevive el más apto.

Hay aproximadamente 25 competencias genéricas, según el autor que se consulte, pocas de ellas se adquieren en cursos formales y la mayoría ya están presentes desde la adolescencia, pero se pierden en el camino. Por ejemplo, aquél joven que al salir de la secundaria descubre la libertad de no asistir a clase y aun así lograr pasar la materia, podría no llegar a ser confiable en sus compromisos y en sus promesas (competencia genérica intercambiable)... y su lento desarrollo profesional será cargado a otras cuentas, menos a su falta de responsabilidad.

Mai (o Padre de familia, con mayúsculas, o sea, tú ), el infante a los siete años ya pinta claramente lo que va ser de adulto, sólo le falta endurecer la arcilla de su carácter. Cuando despierta a la adolescencia tiene muy claros los conceptos de equidad, justicia, libertad y voluntad; ya nada más le falta manejar cómodamente la relación entre libertad y responsabilidad. Es en esta edad cuando descubre sus talentos y sus gustos; en esta etapa busca modelos en su familia, en sus Mais, en la Tele y en la calle para solidificar sus gustos.

En algún momento de esa edad también decide lo que no le gusta y, si los Mais no tenemos exquisito cuidado de presentarnos como modelos orgullosos de nuestra labor y nuestra profesión, podemos arruinarle el futuro a muchos que podrían llegar a ser excelentes físicos, químicos, o cualquier otra profesión, pero que ni lo piensan porque odian nuestras injusticias, arbitrariedades, falta de responsabilidad y falta de cariño por nuestra profesión.

Y eso es la causa principal del fracaso profesional: porque muchas veces el discípulo decide estudiar lo que menos odia, en lugar de lo que más le hubiera gustado si su Mai hubiera sido un buen modelo a seguir.

el mai.