LA TEORÍA CONSUMISTA DE LA ADOLESCENCIA

En alguna gacetilla reciente se mencionó que el cerebro juvenil crece en todas las áreas de la inteligencia, que produce neuronas hacia todos lados y que éstas buscan conectarse unas con otras para explicarse los fenómenos que contemplan a su alrededor.

También se dijo que al llegar la edad de la punzada, el cerebro desecha muchas de esas conexiones, memorias y habilidades, como se desecha los primeros dientes, y la mente del púber se reconstruye adoptando nuevas explicaciones y olvidando las anteriores;  nada más que ahora la experiencia incluye sus opiniones, juicios y voluntad personal, mientras que antes se miraba y se juzgaba a través de los ojos y los criterios paternos.

De todas maneras, esto no explica por qué un@ joven se viste como Drácula New Age o por qué habla en dialecto precavernario. Sí, ya se que quiere ganar su propio espacio y que está estableciendo su identidad, diferente a la de sus mayores; pero eso no puede explicar todo lo que acontece en esta generación.

Mai, tú y yo también fuimos aborrescentes y estoy seguro de que tuvimos nuestra propia lucha de identidad y nuestro propio descubrimiento de las realidades, pero creo que aquello que hicimos no se parece en nada a lo que sucede hoy. En general, se dice que se ha perdido el respeto, las buenas costumbres y los códigos de vestir de la civilización occidental; aunque de lo mismo se quejaban nuestros mayores en aquel momento.

Si le pregunta uno a alguien de ideas conservadoras acerca de las causas de esto, seguramente culpará a la izquierda progresista, tolerante de todos los vicios y desviaciones, liberal y libertina; culpará a los Mais post-68 y neo-Woodstock; a la abundancia de la mota; al Rock Heavy Nopal; a la filosofía de la deconstrucción y, sobre todo, al empuje hacia una sociedad igualitaria con premios para todos, lejos de la meritocracia.

Si la misma pregunta se formulara a la izquierda del pasillo, se escucharían respuestas que incluirían conceptos como: capitalismo salvaje, intolerancia de géneros, regresión, discriminación de clases, imperialismo y otros por el estilo que suenan bien, no dicen nada, pero que l@s jóvenes los adoran porque los identifican con su propia rebeldía y su afán libertario.

Luc Ferry, filósofo francés contemporáneo y ex ministro de educación del gobierno de Jean-Pierre Raffarin, ha publicado un libro que se llama "Face à la crise: Matériaux por une politique de civilisation", donde ofrece una explicación, muy a la francesa, de este problema: La causa de la desculturización de la juventud es la globalización y se apoya en el hecho de que este fenómeno se observa, en mayor o menor grado, en todos los países con acceso, aunque sea limitado, al cine, la TV e Internet.

Lo que Ferry dice es que los cachorros del humano son unos salvajes y que no se ha podido domarlos porque el medio familiar a abdicado, en favor del medio tecnológico y callejero, de sus responsabilidades formadoras; esto ha convertido a los jóvenes en consumidores compulsivos.

En su forma más pura, el consumismo es una droga altamente adictiva. Una definición del drogadicto es alguien que no puede evitar la búsqueda de su droga cada vez más frecuentemente y en mayores dosis. Eso se inicia cuando ofrecemos a los menores pequeñas recompensas por dejar de llorar, luego premios por cumplir con sus deberes menores, después sobornos en aumento por sólo intentar hacer algo y acabamos ofreciendo un BMW por asistir a clase.

El resultado de repetir durante diez o doce años este ciclo de condicionamiento de la conducta, es un ser consumidor compulsivo que no hace nada, si no hay un beneficio personal de por medio.

Aquí es donde difiero con el Sr. Ferry: el discípulo, en efecto busca sus espacios y espera recompensas, pero éstas no son todas materiales. Su curiosidad no puede ser sobornada con golosinas ni puede ser acallada con burlas. Si un joven preguntara ¿por qué no se caen los planetas? sería absurdo decirle: mira, toma una paleta y no hagas preguntas inútiles o ¡ya vas a empezar con tus preguntas tontas!

No se puede satisfacer un desequilibrio cognitivo con negociaciones materiales, como no se puede sobornar a las leyes naturales: si un objeto resbala por el borde de la mesa, caerá hasta que algo lo detenga; no hay concesiones ni jurisprudencia progresista que lo impida.

El joven es hoy más rebelde que hace dos generaciones porque en su reconstrucción cerebral no encuentra respuestas concretas ni modelos que imitar lo suficientemente sólidos. Ya lo hemos dicho: todos tenemos recuerdos de nuestros buenos Mais y de los malos también; de quienes nadie se acuerda es de los mediocres y éstos abundan.

Pues, hoy está pasando lo mismo, los malos mais de hoy, antes fueron malos estudiantes, y están produciendo malos estudiantes que algún día serán malos mais y así, cuesta abajo hasta que el acta de nacimiento sea expedida con un diploma de doctorado en administración del entretenimiento impreso por el reverso.

Aunque la estructura familiar sea sólida, a veces no basta para contrarrestar la fuerza de la calle, de la tele y de los amigos; y a pesar de eso, el joven de hoy llegará a ser adulto que recordará lo bueno y lo malo; formará a su propia familia y, jalándose de los cabellos, dirá: ¡esto no es como era antes!. Es natural.

La buena noticia es que existe el desequilibrio cognitivo; esa fuerza que nos hace buscar, investigar y revolver el fondo de la cultura por nuestra cuenta hasta encontrar las respuestas que nos satisfacen... a pesar o gracias al mai.

Una cosa son los satisfactores materiales, y otra son los satisfactores mentales; y éstos sólo pueden ser satisfechos con conocimientos o mediante simple apreciación de la belleza.

El remedio se inculca cuando un Mai (con mayúsculas, como tú) ayuda a su discípulo a descubrir, por sí mismo, los misterios de la naturaleza o la dinámica de una ecuación; cuando lo acompaña a plantearse sus propias preguntas y cuando lo contempla al generar nuevas respuestas.

El joven que hace lo que le gusta hacer no necesita acicates para entrar al aula, sino que llega temprano para ganar lugar. Tampoco necesita amenazas para quedarse adentro, más bien hay que decirle que se acabó la hora y ¡menos necesita de sobornos para seguir aprendiendo!, su droga es la endorfina que le produce el saber.


Tal vez ya no te acuerdes de lo que sentiste cuando por primera vez descubriste lo que era entender algo. De lo que estoy seguro que estás consciente es de que hoy hay varios temas que no entiendes y que te gustaría conocer.

Pues bien, te propongo esta nueva endorfina: escoge un tema que ignores, pero que despierte la curiosidad; no le preguntes nada a nadie, investiga por tu cuenta, lee, piensa, escribe cuatro garabatos en una servilleta y cuando te llegue el primer destello de entendimiento, me platicas qué se siente. La satisfacción de saber es mejor y más barata que comprar el último teléfono móvil con secador de pelo y fresa dental.

Si te convence, practícalo con tus discípulos y verás que hasta los filisteos se aplacan cuando están entretenidos.

el mai.