NEUROGÉNESIS

Es casi seguro que hayas notado que hay personas que entienden una situación, un problema o un mecanismo más rápido que otros; también hay quienes son más hábiles para formular una estrategia, un plan o un simple programa con mayor eficacia que otros. Sin meterse en la discusión acerca de la inteligencia emocional o de las emociones inteligentes, es común decir que esas personas son "inteligentes"

Por extensión, también quienes aprenden un concepto o aplican una habilidad más rápidamente reciben tal etiqueta y, en algunos casos, quienes formulan las hipótesis más avanzadas y las comprueban por los métodos más rebuscados, también obtienen la tan preciada medalla de ser inteligentes.

A la muerte de A. Einstein en 1955, su cerebro fue estudiado en busca de explicaciones acerca de su avanzada inteligencia. Nada extraordinario fue encontado, excepto que era un poco más pequeño que el promedio; varias investigaciones en otros sujetos similares han encontrado que la inteligencia no está relacionada con la cantidad de materia gris, sino con su calidad.

Una de los principales determinantes de la inteligencia es la facilidad con la que las neuronas se comuniquen entre sí; según Martijn van der Heuvel de la U de Utrech en Holanda, los cerebros más brillantes no poseen más neuronas, sino redes neuronales más eficientes, es decir, las diferentes regiones del cerebro se comunican entre sí en menos pasos.

La eficiencia adicional explica el 30% de los casos con una mayor inteligencia. Por otra parte, las conexiones a través de la materia blanca, que no contiene neuronas, contribuye en la misma proporción al fenómeno, según indican los estudios de Hulshoff y otros de la UMC de Utrecht, Holanda.

Lo interesante de estos estudios es que comprueban que el volumen de las materias gris y blanca es hereditario, pero no comprueban que la masa focal de la materia gris, la que se identifica con la inteligencia, dependa de factores genéticos. Esto explica el hecho de que una pareja normal (perdonando la falta de un mejor adjetivo) pueda dar origen a genios de la talla de Einstein, Hawkins o Mozart; en otras palabras, la inteligencia NO es hereditaria, simplemente es una característica de un individuo.

Otro factor muy interesante es la funda de Mielina que envuelve a las fibras neuronales y cuya falla afecta la velocidad de transmisión de las señales eléctricas. Paul Thompson de la UCLA encontró una correlación entre el coeficiente intelectual y la calidad de dichas envolturas, medida en términos de conductividad eléctrica.

Realmente no se sabe con precisión cuánto contribuye la genética a la inteligencia; algunos estudios la cifran en 40% y otros hasta en 80%. Esta amplitud de estimados se observa en el estudio dirigido por Robert Plomin de King's College, Londres, donde comparó la inteligencia de 11000 pares de gemelos de cuatro nacionalidades, a diversas edades.

Los autores consideran que la conducta del individuo está cada vez más influenciada por la acumulación de experiencias  en el transcurso de la vida, y se concentran en la medición las habilidades cognitivas, como representación de la inteligencia global.

El estudio citado muestra que la manifestación hereditaria de las habilidades cognitivas, va aumentando con la edad: desde un 41% a los nueve años, hasta el 66% a los 17. Este hallazgo sugiere que la influencia del medio, concretamente de la educación formal, puede ser muy importante para el desarrollo de la inteligencia porque, a pesar de la "mala suerte" de haber nacido en tal o cual vecindario, la fuerza de los genes se va haciendo más evidente al ir creciendo el individuo.

No es que la influencia del medio o la educación aumenten las habilidades cognitivas, no, sino que la predisposición genética más el estímulo positivo del medio, las hacen más evidentes. Esto se debe a que, conforme crecen los discípulos, van aprendiendo no sólo el contenido de las materias, sino que también aprenden a seleccionar, modificar y hasta crear sus propias experiencias de aprendizaje basándose en su dotación genética.

Dicho estímulo positivo, o la filtración de lo negativo, del medio es tarea de los padres, y de los Mais; cada quien en su ámbito de influencia y en su especialidad, pero sin posibilidad de renuncia a la responsabilidad. El infante o el joven, en su crecimiento natural, podrán verse frenados, acelerados o indiferentes en el desarrollo de su inteligencia dependiendo de los actos de sus tutores.

En otras palabras: supongamos un infante cuyo potencial es de llegar a tener un coeficiente intelectual superior; en un medio indiferente posiblemente lo alcance de manera natural; en uno estimulante podrá rebasarlo un poco, pero en uno que lo lastre, podrá inhibirlo hasta un nivel muy por debajo de lo genéticamente posible.

Habrá quien diga que una persona es inteligente de manera natural, y es cierto, pero también es verdad que muchos podrían haber llegado a mejores marcas, si hubieran sido estimulados correctamente en las etapas críticas del realambrado neuronal.

el mai