MEJORA CONTINUA

Las fuerzas biológicas, culturales y económicas del progreso humano.

A mediados del siglo XVIII, Malthus se hizo famoso por haber predicho que el fin del mundo, por causas de la sobrepoblación y falta de alimentos, sería precisamente en 1798.

Obviamente le falló porque no contó con el aumento de la productividad, simplemente extrapoló el crecimiento de la población y el de la producción, y donde se cruzaron las líneas, a él se le cruzaron los cables.

Hace treinta años Julian Simon y Paul Ehrlich se enfrascaron en una polémica acerca de lo mismo; Ehrlich, un ecologista, sostenía que el caos ambiental y el sufrimiento humano eran inminentes debido a la explosión de la población humana ya que el mundo no podría alimentar a mil millones de habitantes. Según Ehrlich, África caería en un caos generalizado y el planeta entero sufriría un desastre climático.

En aquél momento Simon apostó una bonita suma a que Ehrlich podía escoger cinco productos y que en un plazo de diez años, el precio de todos ellos sería menor que en aquél momento.

Simon ganó la apuesta varios años antes de la fecha señalada y los desastres no sucedieron. Y no es por falta de ganas de seguir haciendo humanos, no; la población actual (ver reloj) anda rascando los 6.8 mil  millones de cabezas y los episodios climáticos adversos no se han dejado esperar, bueno, hasta los polos magnéticos de la tierra se están invirtiendo.

Hoy en día, la bandera del optimismo la lleva Matt Ridley, un extraordinario autor de divulgación científica que, en su reciente libro: "The rational Optimist: How Prosperity Evolves" pone en su lugar a los profetas apocalípticos de hoy diciendo que para 2110 (ya sabes: el futuro siempre es más brillante cuanto más distante está), la población mundial tendrá más y mejor comida, será cultivada en menor área agrícola y hasta se devolverán a los bosques y selvas las tierras que les fueron quitadas para la agricultura en el siglo XX.

Sin embargo, esto no será posible si la humanidad no acepta los beneficios de la innovación tecnológica. Alimentar dos mil millones más de seres humano, más el correspondiente número de vacas, pollos y puerquitos, implica producir mucha más comida y ésto requiere de modificaciones genéticas. O acabar comiendo insectos y lombrices.

Las cosechas de mañana tendrán que usar menos fertilizantes, menos insecticidas y poca agua. Para que esto suceda habrá que convencer a no pocos opositores de la modificación genética. Ahí entras tú, Mai con mayúsculas.

Hay gran cantidad de productos agrícolas son genéticamente manipulados, pero no está de moda criticarlos; por ejemplo, el maiz de hoy, llamado "híbrido" no se parece en nada al maiz silvestre de nuestros antepasados; las uvas sin semilla tienen menos de 50 años de ser las más comunes en nuestra mesa y los claveles azules son más falsos que la promesa de un político. El cactus sin espinas, los duraznos y ciruelas gigantes, la nectarina, las margaritas Shasta, las papas para freír y hasta el aguacate Hass, todos son producto de la  heterosis (Vigor híbrido). Investiga el trabajo de Luther Burbank.

Del lado del reino animal pasa lo mismo con perros, gatos, caballos, borregos, pollos, y cuanto bicho sea útil o tenga un precio, habrá sido manipulado genéticamente, así que no nos hagamos los químicamente puros y pretendamos consumir lo "orgánico", porque ya ni los dientes son lo de antes.

El ser humano es la única especie capaz de innovar. Algunos animales usan herramientas, otros trabajan en equipo o mantienen a individuos especializados para un trabajo, pero esas habilidades no son acumulativas en el corto plazo. El hombre es el único ser que puede entrar en la mejora continua de inmediato, sin esperar a los cambios genéticos.

Algunos sugieren que esto radica en la química del cerebro que nos impulsa a meterle mano a cuanto mecanismo se nos acerca; otros piensan que es el lenguaje, y la capacidad de pensar con palabras, lo que nos impulsa al aprendizaje social y a la imitación de quienes están mejor que uno.

Ridley piensa que la respuesta no está adentro, sino afuera de la mente; que la innovación es un fenómeno colectivo, que se contagia de unos a otros, como cuando alguien tiene una idea virulenta.

Dice, por ejemplo, que el comercio es la chispa que disparó la imaginación humana porque hizo posible no sólo el intercambio de objetos, sino el de ideas; el comercio lleva a la especialización al premiar a los individuos y a las comunidades que tengan ventajas comparativas y las pongan en juego, ya que no basta tener talento, sino también hay que usarlo. 

El incentivo del progreso
Aquél ser humano que era más hábil para la cacería o para la agricultura, y que invirtió su tiempo libre para mejorar sus métodos o su tecnología, desarrolló ventajas competitivas por encima de las de sus ancestros o las de sus rivales.


Es esta cultura de mejora continua la que acelera el progreso, por siglos la mayor parte de la humanidad ha vivido callada en la desesperación, en abyecta servidumbre o en la pobreza desgastante y, sin embargo, a pesar de las predicciones de Ehrlich y de muchos otros, el progreso económico y tecnológico ha seguido adelante. Pero hay que levantarse y hacer algo; el progreso no llueve, ni el “dame” sustituye al “hago”


Simon y Ridley nos dan en sus libros amplias pruebas de que las cosas han mejorado para la mayor parte de la gente, en la mayoría de los países y enmuchos rubros. Ya sea que se mida la calidad del aire en Los Ángeles o en la Cd. De México, las tasas de vacunación en Bangladesh, o la expectativa de vida en Perú, sus conclusiones son indiscutibles... pero hay que trabajar para lograrlo.

Ridley desconfía de la capacidad del gobierno (cualquiera: diestra o siniestra) para fomentar la innovación y la libertad individual; dice que los gobiernos hacen lo menos posible por cambiar el estado de cosas porque son monopolios de poder y no sienten la presión de la competencia para cederlo.



En este sentido, sólo un mercado en libre competencia podrá progresar, y eso no sucede cuando se tiene el monopolio del poder, o de los teléfonos, la luz o los ferrocarriles. Da igual.


Tampoco se va a arreglar el problema climático, si es que se puede, imponiendo reglamentos que lo prohíban, se va a mitigar cuando la tecnología pueda producir electricidad sin emitir gases de combustión, y esto no se puede lograr si quien la produce es un monopolio o un oligopolio que no quiere perder el negocio; simplemente no hay razón para gastar en nueva tecnología que baje los precios y su ingreso.


Se requiere tecnología para producir energía eléctrica directamente de la única fuente externa que hay: el Sol, y se necesita esa electricidad para hacer potable el agua del mar. Nada que un par de buenos ingenieros eléctricos no puedan encontrar


El problema de alimentación de la población no se arregla repartiendo condones, ni promoviendo abortos o matrimonios estériles, sino haciendo más productiva la tierra, la granja y la fábrica. De nuevo: nada que un par de biólogos moleculares y unos cuantos ingenieros industriales no sepan hacer.

La basura es problema porque la fabricamos, y pagamos por ella, en forma de empaques, bolsas, cajas, y productos desechables. Todo envase debe ser re-usable, reciclable o bio degradable en corto tiempo. De remate: nada que un buen mercadólogo o diseñador gráfico no puedan hacer. ¡Fácil!


Mai: la solución a todos lo problemas del 2110 está en tu salón de clase hoy; tú tienes la palabra.


El mai


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