COMPETENCIA CENTRAL

No, no me refiero a las olimpiadas comunistas, ni al politburó del deporte nacional.

Se habla mucho en el ambiente escolar de la educación basada en competencias que, en pocas palabras, es lograr que el discípulo sepa hacer algo útil en determinada disciplina y lo demuestre ejecutando ciertas acciones prescritas. Por ejemplo, supongamos que el curso es "Ciclismo" (igual podría ser "Química molecular") ; antes bastaba con que el estudiante memorizara la definición de bicicleta y la pudiera seleccionar exitosamente de entre cinco opciones; en la educación basada en competencias se tiene que subir en la bicicleta y ejecutar limpiamente ciertas pruebas de destreza, dentro de tanto tiempo y sin romperse la crisma en el intento.

Cuando una persona domina una disciplina quiere decir que opera, que actúa consistentemente bien en todas tareas de su área de conocimientos y habilidades, y se dice que es competente

Nuestra tarea, para llegar a ser mais competentes, es sacar las castañas del fuego con la mano del gato; es decir, no basta lanzar una cubeta de sabiduría al salón y esperar que los oyentes se empapen en ella sin que se desperdicie nada; tenemos que demostrar que nuestros discípulos saben hacer lo que nosotros les enseñamos. De nada sirve un mai que domina al revés y al derecho las integrales múltiples si sus pupilos no saben ni plantear una regla de tres simple.

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¿Qué es la Competencia Central?
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Aun si un joven, gracias a un Mai (con mayúsculas) logra ser competente en una especialidad, no bastará para garantizar su éxito en la vida real porque ésta no está dividida en compartimentos separados; la vida real es un guisado muy complejo, con muchos ingredientes que trabajan al unísono para dar una sabor agradable; aunque las papas estén muy buenas, si falta la sal o los huevos están pasados, la tortilla de papa no sale bien.

La competencia central es la habilidad de integrar todos los conocimientos para dar solución a un problema; es como la labor de equipo, pero dentro de una sola persona. 

Vamos a suponer que un flamante administrador, recien egresado de la facultad de alta dirección de la baja sajonia, domina las relaciones públicas como un mago y se encuentra ante el problema de cómo enfrentar la competencia de productos importados de Krypton, manufacturados con mano de obra esclava. 

¿Bastará que ponga en juego la única competencia que realmente domina? ¿podrá con el magnetismo de su sonrisa obtener pedidos por su producto? 

No; tendrá que acudir a las autoridades supremas del comercio para obtener protección arancelaria; deberá diseñar una agresiva campaña publicitaria para pregonar las bondades de su producto y la superioridad contra los productos extranjeros; habrá de implantar un riguroso plan de reducción de costos de maufactura; diseñará sistemas computarizados para eliminar los costos de venta; pondrá a pan y agua a su departamento de diseño hasta que inventen nuevos productos que tengan ventajas técnicas sobre los Kryptonianos, buscará la protección de patentes y marcas, ¡ah! y también irá a comer con sus clientes para hacer valer sus encantos publi-relacionistas, pero esto será el último recurso.

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Y eso, ¿dónde se compra?
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Alguno de mis cuatro lectores dirá: -¿y dónde se contrata un genio con todas esas competencias? - no es necesario, le diré. Lo que sí es necesario es que nuestro flamante administrador sepa analizar el problema, formular la estrategia, y coordinar los esfuerzos. Esas tres habilidades, más otras dos que ahora les digo, constituyen la competencia central de un líder, de cualquier tipo y en cualquier negocio; no importa si es la priora de un convento o el jefe de una banda de asaltantes; no importa si es especialista graduado en finanzas o en astrofísica.

Para redondear el perfil del liderazgo: quien dirige debe evaluar el avance hacia la meta. Esto significa que tiene que saber a dónde va y comparar la posición actual de su nave contra la posición de la meta, y si no coinciden en rumbo, hay que hacer los cambios oportunamente; a esto se le llama controlar, y no significa restringir, sino orientar o redistribuir los esfuerzos hacia la meta .

Nuestras dotes y talentos, nuestros gustos, y las competencias que aprendimos en la escuela son como las raíces de un árbol; la competencia central es el tronco que las transporta y las pone en juego, y las ramas son los frutos de nuestro trabajo; son productos, mercados, áreas de trabajo, familia, deportes y aficiones que producimos. Todo lo que hacemos refleja nuestra competencia central, o la falta de ella.

Y lo mejor de todo es que estas competencias centrales las podemos enseñar a nuestros discípulos como parte de nuestra disciplina consentida, sin esfuerzo, sin perder tiempo... basta con que nuestra asignatura, en cada sesión contenga uno, varios o todos estos elementos, y que nuestros pupilos tomen conciencia de que lo que estemos haciendo sigue un patrón claro, un proceso ordenado.

La competencia central de una organización también es un tronco, pero esa, es otra historia...