¿DÓNDE ESTÁ LA FELICIDAD?



Todo depende de lo que sea la felicidad.

Se dice que la diferencia entre éxito y felicidad es que el éxito es tener lo que se quiere y la felicidad es querer lo que se tiene; yo digo que son dos cosas diferentes y que no son mutuamente excluyentes, pero el asunto no es tan simple.

Hace un par de millones de años nuestros ancestros, el Homo Abilis (foto de la izquierda),  tenían la frente plana y las mandíbulas prominentes. Hace unos 200 000 años nuestro antecesor directo, el Homo Sapiens (foto de la derecha), desarrolló el lóbulo frontal y su frente se hizo abultada; la masa encefálica creció casi al triple y comenzó una nueva etapa en la evolución del hombre moderno. 

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Simulador de experiencia
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Una de las muchas consecuencias de ese crecimiento radica en la corteza prefrontal que es la que nos permite simular experiencias a partir de estímulos externos o de evocaciones internas; por ejemplo, (regresando a nuestro Homo Sapiens) la imagen de un animal, digamos un tigre, seguramente disparaba reacciones automáticas de huída o defensa; sin embargo, también en su mente se formaban imágenes de otras experiencias relacionadas con la realidad presente como: transformar al animal en hamburguesas, desforrarlo y hacerse un abrigo o proteger a su familia de la amenaza.

De aquí se desprende la idea de que en la mente coexisten dos imágenes: la de la realidad y la que el cerebro sintetiza; quien tenga la menor duda sólo recuerde sus sueños (o sueñe con sus recuerdos) y verá que cuando uno está soñando, por unos instantes todo se siente como una realidad absoluta; hasta hablamos, nos movemos y nuestros ojos se agitan.

La felicidad proveniente de la realidad es lo que sentimos cuando obtenemos lo que queremos, y la felicidad sintética es lo que sentimos cuando NO obtenemos lo que queríamos;es decir, lo que la mente fabrica en sustitución de lo que no pudimos alcanzar, y que lo coloca alrededor de lo que pudimos lograr.

Cualquiera diría que lo que sentimos es frustración y, sí, al principio, cuando sólo existe la realidad, nos sentimos frustrados; pero poco a poco, el lóbulo frontal va construyendo satisfactores y va neutralizando a la frustración. si, por ejemplo, queríamos comprar una prenda y a la hora de las ofertas, la talla o el color que nos gustaba, se acabaron, es posible que compremos otra talla del color que nos gusta, u otro color de la talla que nos queda; al poco tiempo veremos que nuestra elección fue todo un éxito, que nos sentimos satisfechos con lo que tenemos y hasta lo preferimos por encima de lo que no conseguimos.

¿recuerdas la fábula de la zorra y las uvas verdes?; casi siempre es mayor la satisfacción sintética que la que obtenemos de objetos reales.

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Opciones, opciones, ¡opciones!
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Cualquiera diría que la felicidad sintética es inferior a la proveniente de la realidad, pero no es así; cuando tenemos muchas opciones para escoger, generalmente somos descuidados y casi indiferentes a la selección; ¡hay tantas alternativas!... ¿recuerdas el menú en esos restaurantes que te ofrecen 45 sopas, 63 platos principales y 900 postres? ¡No se puede uno decidir entre tantas posibilidades! y acaba uno equivocándose. "-Como que la sopa Azteca no se lleva bien con las puntas Strogonoff-" dice el comensal frustrado "¡Tráigame una Crème Brûlée con refuerzo de nieve de limón!" -agrega, como sellando su infelicidad.

¡Ah! pero entonces aparece una tarjetita en medio del menú o el mesero la saca de entre sus bolsillos y nos dice: "la especialidad de hoy es..." y nos da cuatro opciones (de las cuales ya se agotaron dos); con cuidado escogemos una y al terminar la comida defendemos nuestra elección con pasión sibarita. ¿qué pasó? que cuando tenemos pocas opciones, cuando los recursos son limitados, somos más cuidadosos y obtenemos mayor satisfacción -sintética- de nuestro buen gusto que cuando tenemos muchas y las desperdiciamos.

Sucede con frecuencia que en determinados restaurantes consumimos casi siempre, casi lo mismo; es más, vamos a propósito a ciertos lugares porque ahí sirven algo que nos gustó mucho las 498 veces anteriores que hemos ido. Yo nunca he consumido en ninguna fonda japonesa una sopa que no sea Misoshiru y en España hay quien recorre 300 Km para comer unas chuletas de cordero que ha comido ahí desde que era niño.

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¿Es la libertad de escoger el enemigo de la felicidad sintética?
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No, lo que pasa es que, cuando estamos limitados en nuestras opciones, somos mucho más cuidadosos y derivamos más felicidad de nuestra selección; cuando hay demasiadas opciones nos descuidamos y es común equivocarnos; por esta razón sentimos que nuestros libros son mejores que los que se quedaron en la librería, que nuestra colección de música es mejor que la que no compramos, que la pintura que cuelga de nuestras paredes es mejor que la que no pudimos comprar; nuestra carrera profesional es mejor que las que no estudiamos y yo le voy a los Pumas aunque ganen y al Barça aunque pierda.

También aquí se aplica la filosofía de Forrest Gump; "La vida es como una caja de chocolates: nunca sabes lo que vas a sacar", y le agrego: "pero este que me acabo de comer, ha sido el mejor de todos"

El Mai