Todos deberíamos tener un profundo interés por la educación porque es precisamente ésta o la falta de ella, lo que nos trajo a este presente y nos va a llevar al siguiente futuro.
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Viaje al centro de la tierra
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En un pasado no muy distante, por ejemplo, el descrito en las novelas de Julio Verne, un hombre de ciencia era llamado "profesor", vestía una bata blanca impecable o asquerosa y trabajaba en laboratorios llenos de chispas, matraces humeantes y relojitos cuyas manecillas marcaban el valor de variables completamente desconocidas para los lectores. El profesor era un científico que dominaba la física, la química y las matemáticas como si una se fundiera en las demás hasta no poder distinguirlas. Sabía de todo y se le consideraba "sabio".
Hace pocos años las personas egresadas de la universidad eran simplemente abogados (también llamados licenciados), ingenieros o médicos (cuyo apealtivo era: "doctor" o "doctorcito", según la diferencia de edades entre el paciente y el médico).
Como en las novelas de finales del siglo XVIII, un abogado lo mismo defendía un caso de homicidio, que demandaba la validez de una herencia misteriosamente dejada a la cocinera. Un médico atendía desde la calvicie hasta las uñas enterradas, pasando por los partos y la cirugía del corazón; y un ingeniero hacía máquinas maravillosas, construía puentes y reparaba automóviles "fotingos" (Ford, modelo "T")
Las profesiones ya se habían separado pero no tanto como para tener que consultar a tres o cuatro médicos para la misma enfermedad; aun así, el puesto de sabio y el apelativo de "profesor" ya habían desaparecido: la ciencia se estaba abriendo por las costuras.
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Entran los volcheviques
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El primer tercio del siglo XX acomodó a las grandes revoluciones internacionales, una guerra mundial y dos o tres regionales; la consolidación de la industria, tiranía de partidos y el flujo de inmigrantes a todos los rincones del mundo. Las naciones enfrentaron sus asuntos de población de varias maneras, unas como un reto alimentario, otras como un problema racial y todas como una fuente de mano de obra y de votos.
Pero, ¿cómo podía un país industrializarse si los trabajadores hablaban idiomas diferentes?; el supervisor hablaba uno y sus trabajadores hablaban cuatro o cinco dialectos diferentes. Frederick Taylor, un ingeniero todólogo, inventó la división del trabajo.
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Tu nada más aprieta esta tuerca
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De esta manera, una persona ya no tenía que hacer completo un producto, ya no tenía que ser un artesano experto, por ejemplo en armas; y no tenía que hablar el mismo idioma que su patrón, bastaba con que aprendiera a hacer una operación simple de la muchas que conformaban un proceso. Esto eliminaba todo el problema de comunicación, simplificaba la capacitación aún del analfabeta, eliminaba a los expertos, maestros, gremios e iluminados, y aruinaba el valor de la experiencia acumulada.
En las profesiones pasó lo mismo, pero al contrario: cada abogado, médico o ingeniero encontró un nicho más pequeño de su conocimiento y se "especializó", así, aparecieron los abogados penales, diferentes a los constitucionales, laborales, civiles, familiares, fiscales, patentarios, y corporativos.
Nacieron los ingenieros civiles, mecánicos, electricistas, químicos, industriales y ahora hay hasta ingenieros financieros, bueno, ya hay hasta "reingeniería financiera"...
De los médicos, ni se diga, hay un especialista para cada sub sistema orgánico.
El catálogo ANUIES de 2007 contiene la oferta educativa en México con 1887 carreras, algunas sólo son variantes ortográficas; por ejemplo, en una universidad hay "ingeniería química" y en otra hay "ingeniero químico", pero otras son especializaciones insólitas; hay, por ejemplo, Licenciatura en diseño de moda empresarial (Núm. 1507)
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Salen lo Bolcheviques,
entran los Mencheviques
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Los resultados de esto son lo contrario de lo que logró Taylor con la división del trabajo: la comunicación se dificulta, porque la jerga del especialista es incomprendible para el peatón; la capacitación se alarga, ya que ahora hay que hacer postgrados y doctorados para ser "alguien"; proliferan los expertos y aumenta el precio de los servicios especializados.
En defensa de la especialización se puede decir que la masa de conocimientos ha aumentado, cierto, pero el número de horas dedicados a la enseñanza no ha aumentado, de hecho, ha disminuido porque ahora los huercos ya no van mañana y tarde a la escuela, el calendario escolar ya sólo tiene 200 días hábiles, menos huelgas, paros, festivales del día de la madre y ataques de la Web a la planta docente.
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Se pinta casas a domicilio
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Un especialista es alguien que sabe casi todo sobre casi nada; el problema es que un asunto complejo requiere muchos especialistas, cuando lo que se necesita es un generalista que entienda que las causas y los efectos son integrales, no diferenciales.
¿No podríamos regresar el calendario? Cuando se inició el concepto de "maestro rural", él tenía una vocación; era alfabetizador, matemático, geógrafo, partero, juez, capellán y notario público, y lo más importante, era respetado y admirado. El maestro rural llegaba al pueblo antes que el ferrocarril, las carreteras, la electricidad y el teléfono celular.
Se piensa que el mai de hoy es un alborotador, un parásito sindicalizado o un fracasado que no encontró otro trabajo. Se nos olvida la nobleza de su misión, la vocación de servicio y, lo más importante, se nos olvida que el mai tiene en su aula el futuro del país. Lo que él haga, diga y exhiba tendrá impacto sobre las vidas de sus discípulos y sobre las vidas que incidan en sus vidas.
El mai es la corriente que se opone a la microespecialización porque, aparte de tener que saber de todo, tiene que lograr que los discípulos lo aprendan y lo relacionen con otros conocimientos, que otros mais les han enseñado. La mente no es un casillero postal, ni un palomar donde se almacena conocimientos clasificados por materia y aislados unos de otros.
La mente y el mundo no están divididos en materias y grados: todo está conectado con todo; el derecho penal tiene que entender de la antropología del crimen, y ésta tiene que saber psicología, que está conectada con la genética, que exige saber de química molecular, que obedece a las leyes de la física.
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En la tierra de los ciegos,
el tuerto es rey
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Para entender un sistema tan complejo como una sociedad moderna, hacen falta más generalistas que guíen a los especialistas, y esto implica muchas más horas de estudio y más conciencia del todo social, científico y ético.
El hombre más rico del mundo -Carlos Slim- ¿será un experto en protocolos de transmisión de packets de información por medio de telefonía celular de tercera generación? no lo creo, yo pienso que es un generalista que sabe diseñar un futuro y que se sabe rodear de especialistas que se lo fabrican.
No hace muchos años, tener un título universitario garantizaba obtener un trabajo; hoy, se requieren postgrados, diplomados, especialidades y certificaciones para obtener un puesto de "entry level" en un "call center". ¿Han fallado las universidades? -tal vez; ¿exigen demasiado las empresas? -mmmm, algo; ¿el mai no enseña? -a veces.
Lo que pasa es que el perfil del egresado no coincide con el molde de la demanda y no coincide porque la carrera fue diseñada hace diez años con las necesidades de hace cinco, y porque las necesidades de una empresa son diferentes a las de otra. Es imposible con un solo programa satisfacer a todos los paladares.
En parte eso explica por qué se han atomizado las carreras, pero la especialización no soluciona el problema: de todas maneras el oferente no encuentra al demandante o no son compatibles. Si un joven estudia la Licenciatura en Condimentos Prehispánicos, jamás podrá implantar un sistema de control de inventarios "justo a tiempo" en un restaurante de comida rápida.
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Se solicita todólogo
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Hace falta todólogos que puedan acceder a las empresas que tengan diversos problemas (¡ah! ¿qué, hay de otras?), y ahí, con esfuerzo personal, desveladas y lectura, aprenderán los detalles del oficio y vestirán su propia estructura mental.
Y lo más importante, aprenderán a aprender y tendrán una educación amplia, dinámica, creciente y sin costuras.
Hace algunos ayeres conocí un médico que se decía "caigólogo" porque atendía lo que cayera por su consultorio, y otro que era médico pirujano: sólo arreglaba pirujas. ¡Eso es especialización de amplio mercado!
el mai.