CÓMO HACER UN BUEN MAI, CAPÍTULO DOS

El problema no es tanto cómo hacer un buen Mai, sino cómo se hace UN Mai; sencillito, de vainilla y sin especialidades ni posgrados.

En el planeta Kryptón, al cierre del ciclo 2008, hubo 38 millones de estudiantes desde educación básica hasta educación superior; que fueron intruidos por 1.7 millones de maestros en 245 mil planteles. De esos estudiantes, sólo 132 100 estuvieron inscritos en escuelas normales para llegar a ser profesores, los demás instructores del sistema fueron egresados de otras escuelas de educación superior cuyos currículos no incluyen habilidades docentes, sino sólo los contenidos técnicos propios de cada especialidad.

El currículo de una escuela normal "normal" se divide en tres partes: contenidos académicos generales, para que el profe sepa de lo que está hablando; fundamentos para tener una idea de la historia y de las bases teóricas de la educación, y métodos para saber cómo enseñar cada materia en particular.

Las escuelas normales incluyen prácticas profesionales en el plan de estudio, pero éstas se concretan a que el candidato a Mai asista una semana a la clase de otro Mai que tenga algo más de experiencia, y luego dé clase durante dos tandas de dos semanas cada una; es raro (NPI de cifras concretas, pero deben ser muy pocos) que los practicantes se hagan responsables de un grupo escolar en la vida real, durante un tiempo suficiente y bajo la tutela de un maestro-guía.

Si el 94% de los profes NO estudiamos para ser Mais, y el 6% que sí estudió para eso, no hizo prácticas docentes; ¿Dónde rayos se aprende a ser buen Mai?

Una parte se aprende en la escuela de la vida, es decir, cometiendo errores, corrigiéndolos, y esperando no haber hecho mucho daño durante el proceso; otra se aprende cursando estudios de especialidad o posgrado; a éstos yo les llamo cursos de paracaidismo conforme va cayendo el bulto, porque uno está dando clases, mientras estudia cómo dar clase ¡Ja!.

También se aprende de otros Mais, de nuestros directores, coordis, y domadores; de los libros sobre el tema, como las referencias de la gacetilla pasada, y de nuestros propios discípulos, que con su éxito, o su fracaso, nos van formando.

Y, sin embargo, sí existen los buenos Mais
Aun con todas esas fuentes, no hay una manera formal de aprender a ser buen Mai, ¡pero existen!; lo notable es... que no se notan; por ejemplo, la prueba de ENLACE mide las habilidades lectoras y matemáticas de los discípulos en diversos grados; si tomamos como referencia los resultados de habilidades matemáticas de 3º de Secundaria de 2008 (2009 aún no sale), podemos tener algunas sorpresas:

De las 11,700 escuelas evaluadas, cuatro colocaron al 100% de sus alumnos en la categoría de "Excelentes";  una en Chiapas (¿¡eh!?), una en el Edo de México, otra en Querétaro y la otra en Veracruz. Como referencia, el promedio nacional indica que sólo el 7.5% de los estudiantes ocupa esa categoría. ¿porqué esas escuelas están separadas del resto? Se podría argüir que es porque tienen pocos alumnos y por eso es fácil que todos salgan bien.

Si, pero no. Resulta que hay planteles con pocos alumnos que NO destacan como las anteriores y hay varias escuelas con gran número de alumnos que logran clasificar al 90% de sus estudiantes como "Excelentes"; por ejemplo, la Escuela Pública 43 en Centla, Tabasco, con alto grado de marginación, ha colocado a 104 de sus 111 alumnos en la cúspide de la excelencia.

¿¡Cómo!?
Si la diferencia no es el currículo, ni el tamaño de la escuela, ni el grado de marginación, y tampoco tiene que ver mucho si es pública o privada, ¿Cuál es la diferencia? - El Mai, sólo el Mai y siempre el Mai. Si éste(a) está comprometi@ con el aprendizaje de sus discípulos, el mar se le hace pequeño para hacer gárgaras; tal vez no tenga posgrados en docencia, educación o pedagogía, pero él(la) verá cómo, y captará su atención, logrará hacerse entender y motivará ese proceso interno que se llama aprendizaje.

El Mai Lemov se echó la tarea de recorrer, durante cinco años, las aulas de aquellos profesores de diversos grados escolares que se destacaban por el desempeño académico de sus discípulos. Al terminar su odisea escribió un tratado de casi 400 páginas con 49 técnicas que no se aprenden en las aulas de los estudios superiores.

La Taxonomía de Lemov está punteada con vídeos de Mais reales en acción frente a grupos reales; se puede ver y oír la aplicación cada una de las técnicas mencionadas, y se puede uno ver caricaturizado de 49 maneras diferentes en los ejemplos que pone.

Muchas de ellas no son más que de sentido común, pero como todas las recetas: hasta que uno no las pone en práctica, no se sabe cómo funcionan; además, lo que es bueno en un grupo, en una escuela o en una materia, puede ser innecesario en otras circunstancias. Tan comunes son estas guías, que uno tiende a minimizarlas porque parecen muy simples.

Esto equivale a ver  un martillo, un cincel y una lija, y dejarlos de lado pensando que son herramientas muy sencillas, pero, ¿acaso no fueron esas las herramientas que usó Miguel Ángel para extraer al David de la piedra donde se ocultaba? Además, precisamente por lo sencillas, son las que están al alcance de los centros escolares en la montaña o en el barrio de la gran ciudad.

Cuando uno anticipa ver los 178 cuadernos de Picasso en el Museo de Barcelona, uno piensa que se va a encontrar con abstracciones y surealismos, mas no, las páginas están llenas de notas, algunas de la tintorería, y también de dibujos en espléndida perspectiva, matices, bocetos y claro-oscuros; en suma, están llenas de los detalles elementales de dibujo que integran el talento artístico de un gran maestro.

Así, el Mai debe dominar cada detalle de sus materias, porque la elocuencia, la historieta conmovedora o la frase lacrimosa no son sustitutos del conocimiento, más bien, sólo sirven para disfrazar la ignorancia, y no por mucho tiempo, escasamente 15 segundos.

Como todos los recetarios, la Taxonomía de Lemov no es una panacea, ni es fácil de alinear con ninguna filosofía; no contiene secretos del Tibet ni de los mayas; sus fundamentos teóricos son difíciles de encontrar en las teorías de Piaget, Bloom o Bandura; mas bien son una ensalada de pragmatismo, conductismo y constructivismo, con aderezo de civismo.

Por eso, cuando las leas, no las juzgues por su innovación, porque  no la tienen, simplemente recuerda que allá, en la montaña, en la selva o en el barrio bravo, hay Mais con mucho menos recursos didácticos, pero que, con dominio de lo elemental, y una voluntad un poco más fuerte, han logrado que sus discípulos alcancen la excelencia.

el mai